viernes, 25 de abril de 2008

COMO ESTAR EN CASA II


Su cadáver apareció al cabo de un par de semanas.

Lo encontraron en la cuneta del vertedero. No parecía ella. Llevaba un vestido blanco, apenas un camisón y su hermoso rostro estaba desfigurado, no sólo por el tiempo que llevaba muerta sino, al parecer, porque recibió unos cuantos puñetazos antes de que le rebanaran la garganta. Seguro que el tipo que lo hizo lleva la cara marcada con sus uñas.

Eso fue lo que nos contó Costello, un detective alcohólico y taciturno que frecuentaba el garito y que conocía a Ámbar.

Se llamaba Lola... pero para mí siempre sería Ámbar, la de la líquida mirada de miel.

Recordé bruscamente, como una cruda instantánea, aquella última noche. En realidad, era un camisón de raso blanco que acompañó con unas medias blancas sin ligero y unos zapatos del mismo rojo intenso que su boca. Y la recordé como un ángel, el ángel más carnal que haya existido, flotando sobre el desgastado skay del taburete entre el dulce vapor etílico, inconsciente de que aquella sería la última imagen que tendría de ella.

Intenté enfocar el rostro de aquel tipo, pero no lo conseguía.

Tenía que encontrar a ese cabrón. Tenía que saber quien le había hecho aquella barbarie y hacerle pagar por su monstruosidad. Me obsesione con esa idea. En el fondo, sabía que yo era el único culpable de su muerte, por haberla dejado ir, y eso me torturaba.

Cada noche buscaba camorra, una buena bronca que hiciera sangrar mis puños y mi boca, que hiciera mi estomago arder y que me dolieran tanto los huesos que no pudiera pensar en nada más que no fuera ese dolor, que consiguieran hacerme olvidar ese mohín rojo y esa mirada ambarina.

Algunas veces, tumbaba a tipos más grandes que yo, armarios a los que no les importaba ensuciarse las manos con mi bilis. Pero, cuando alguien no tiene nada que perder, es muy difícil obtener de él una derrota, y yo, francamente, ya había perdido lo único que quería tener, así que un labio partido y unos cuantos dientes menos carecían de valor en mi extraña mano de poker.

Era mi penitencia, por haberla dejado ir, por consentir que muriera, por permitir que sucediera.

En cada golpe buscaba la respuesta, en cada puñetazo necesitaba que otro puño me aplastará la cara y una patada me destrozará el hígado, que me castigaran por el crimen que había cometido.

Al final, cada vez era más difícil encontrar un buen motivo para discutir, alguien dispuesto a darle una tunda a ese loco borracho que había perdido el juicio.

Esas noches, en las que no encontraba expiación a mi pecado, rozaba el purgatorio ebrio de whisky, hasta donde me fiaran, sin conseguir nublar el sentido ni borrar de mi garganta el amargo sabor de la culpa. En sus ojos, en la mirada con la que cada noche caía borracho en cualquier callejón, ahí encontraba la única paz posible para mi infierno.

Pero eran breves instantes en los que el alcohol y el cansancio me ganaban por un rato y entre orines infectos y mugre de ciudad, resbalaba hasta notar el asfalto golpear contra mis huesos. Necesitaba golpes. Golpes que sacudieran su maldita ausencia, que abrieran mi cerebro y escarbaran hasta sacarla de allí.

El bueno de Hank, un holandés nada errante dueño del tugurio donde cada noche ahogaba mis deudas en brazos de un Bourbon, me dijo que así no iba bien, que tenía que hacer algo con mi vida.

Ya lo estoy haciendo – le dije- la estoy tirando al mismo vertedero donde encontraron a Ámbar, ahí es donde debería estar yo.


He estado con muchas mujeres desde entonces, algunas putas y otras tan sólo aspirantes... pero con ninguna he vuelto a casa.


(COMO ESTAR EN CASA I) http://danacanadas.blogspot.com/2008/02/como-estar-en-casa.html

8 comentarios:

Dana dijo...

Gracias Tesita
Por el golpecito, de los buenos. Por echarme de menos.
Muacs.

Senador Palpatine dijo...

Eh... que yo también te he echado de menos...

Y tus palabras y tus relatos que siempre saben a sudor y a ternura.

Como estas historias de putas y perdedores que se te cuelan en los rincones oscuros que decía el cabronazo de Ellroy.

Quizás por éso, su imagen en el vertedero me ha hecho recordar a la Dalia Negra.

O a Miller y su "Sin City".

Yo también mataría por ella, preciosa. Sobre todo si fuese tan hermosa como tú la pintas.

¡Qué bien que hayas vuelto, mi niña!

Anónimo dijo...

Relato que duele, que desgarra...

No tardes tanto en volver, que te echamos de menos, divina juntaletras.

Anónimo dijo...

Personaje digno del imaginario Palpatine.

De esos a los que abrazas de bourbon y enciendes el cigarrillo arrugado de paquete blando cuando se lo llevan a los labios, para evitarles el temblor de pulso.

Alma solitaria que deambula por las calles sucias de Fat City o por las aparentemente luminosas de Atlantic City, entre boxeadores golpeados, croupiers tramposos y mendigos de familia numerosa.

No puedo evitar sentir una atracción especial por el perdedor asumido. Casi diría que los amo.

Dana dijo...

Jajaja… lo sé Senador me consta. :)

Forma parte de tu maravilloso don, encontrar la belleza más pura y simple, escondida tras un disfraz de asfalto.

Y eres tú quien, con un ágil toque de tus dedos, conviertes a las putas y los perdedores en grandes triunfadores.

Dana dijo...

El tiempo Gilraen qué es impredecible. A veces caen auténticos chaparrones y otros días luce el sol… aunque siempre me apetezca sentirlo en la piel desnuda.

Dana dijo...

Perfecto retrato Xhavi
Aunque este perdedor, viene de mi mano y no es tan hermoso, me temo. Podría habérselo robado a Palpatine en un descuido.
Quien no tiene nada que perder, acostumbra a ser quien más ofrece.
Son fáciles de amar y no acostumbran a pedir el cambio.

Tesa dijo...

Me encanta.

De nada el golpecito, te mueves tú solita muy bien entre letras e historias.

Un abrazo