domingo, 26 de diciembre de 2010

FELIZ NAVIDAD




Si de mis deseos depende, tened por seguro que todos aquellos que, de un modo u otro, pululais por pequeños espacios de mi vida, tenéis la felicidad por decreto Real de Oriente.

Y no olvideis jamás que una sonrisa, es el mejor regalo que cualquiera podría desear.

Gracias Mavi, por recordarme los buenos deseos.

Qué seais muy felices.

jueves, 9 de diciembre de 2010

CUANDO CUÁNTO ES CUÁNDO



- ¿Cuánto hace que no me dices ‘Te quiero’? ¿Cuánto llevamos sin hacer el amor? ¿Cuánto tiempo llevas sin besarme con pasión? ¿Cuánto que no me deseas con urgencia?


- Dime, ¿Cuánto hace que te preguntas eso?


- Demasiado tiempo.


- Ahí tienes todas tus respuestas.






viernes, 3 de diciembre de 2010

PREGUNTAS SIN RESPUESTA/ PREGUNTAS VETADAS

PREGUNTAS SIN RESPUESTA


Hay preguntas que no tienen respuesta.


Yo me había acostumbrado a ellas.


Como me había acostumbrado al devaneo de las manecillas del reloj sobre un tiempo desganado de horas muertas.


Como me había acostumbrado a un camisón empapado de sudor sin unas manos que lo estrujasen en las largas noches de insomnio.


Como ese rosario inexistente que desgranaba cada tarde, absorta entre mis manos contando uno a uno todos los besos que me dio.


Como me habitúe a picar cebolla para poder llorar sin pensar en las respuestas a esas preguntas.


Todo lo cocinaba con cebolla.


Todo lo aderezaba con la misma ausencia desganada.


A todo se acostumbra una.


A las tardes lluviosas bajo un paraguas negro, demasiado grande para un cuerpo menguado.


Incluso a esas preguntas sin respuesta.


Por eso, me sorprendió el pellizco que me dio el corazón, como si quisiera partirse en dos, oprimido y asfixiado, cuando su carita me miró a los ojos, inundada de un desprecio demasiado grande para un alma tan pequeña y me preguntó ‘¿Por qué se fue?'



PREGUNTAS VETADAS


Apoyada en mi regazo, envuelta en la penumbra, sentí que su mejilla se movía, estaba sonriendo. Entonces levanto la vista y me miro directamente a los ojos. Tenía una sonrisa increíblemente hermosa, iluminaba todo su rostro… casi se podría decir que iluminaba la habitación. Su carita redonda, sus sonrojadas mejillas y como colofon esa mirada, que se clavaba sin remedio en la memoria, que directa aguijoneaba mi mente.


"¿Eres feliz?", me pregunto suavemente, en apenas un susurro. La mire y sonreí. Creo que le respondí "Ahora si". Es curioso que apenas recuerde mis palabras, cuando justamente ellas son las causantes de todo.


"¿Cuándo no fuiste feliz?", volvió a preguntar. Me quede helada, casi puedo recordarme, fría como una piedra, inmóvil… esa pregunta era tan extraña; sobretodo si era ella quien me la hacía. Guarde silencio. Los silencios, algunas veces, son momentos eternos… algunas veces los silencios valen por una vida entera.


Al final, pasados unos momentos pude reaccionar… y ella seguía allí, mirándome, su sonrisa era cálida pero su mirada; su mirada era increíblemente dura, inquisitiva, exigente. Deseaba una respuesta y la quería ya.


Decidí que era un buen momento para contarle mi historia. Empecé a explicarle quien era yo y porque estaba allí, pero cuando se acercaba la hora de explicarle quien era ella y porque estaba allí… no tuve valor para la verdad. No pude explicarle porque a nuestro alrededor todo era soledad, no pude decirle que nos habían abandonado, que alguien, alguna vez, no me quiso y tampoco la quiso a ella.


Entonces invente mil maravillas, puse colores a nuestro mundo gris, una ilusión llena de princesas y castillos, de vida, de gente… lo más hermoso que pude imaginar para ella. Todo aquello que podría haber deseado para mí; todo eso lo pinte para sus ojos, se lo regale a sus oídos… y pensé que así la hacía feliz.


Que gran error… sus ojos, que siempre me habían mirado llenos de amor, se inundaron de odio, de rencor, de ira… por todo aquello que ella creía que le había robado. Donde estaban esas maravillas ahora, porque se las había arrebatado, porque para ella, yo era una egoísta que le había robado su mundo para tenerla en el mío. Dios mío, nadie puede soportar tanto odio, tanto desprecio del ser que más amas. Nadie puede sufrir tanto dolor, tanta amargura… que irónico, la historia se había dado la vuelta.


Todo fue inútil. Intente explicarle que todo era un sueño, pero entonces todavía me odio más. "Eres tan egoísta, que aún ahora que puedo vivir feliz, quieres que no lo sea", me espetó cruel. No podía convencerla de nada. Todo era culpa mía, culpa mía.


Hoy sigue siendo culpa mía. Sus dulces ojos azules, ya nunca más me miraron, jamás volví a contemplar su sonrisa, aquella que siempre había iluminado nuestra triste oscuridad. No volvieron sus palabras y sus risas. El color de sus mejillas, sus tiernos brazos… nada de eso pude volver a sentir. Se fue.


Se fue tras un sueño… como años atrás hice yo. Se fue detrás de una vida, detrás de un hombre que no la quiso, detrás de unos colores que jamás vería. Su mundo sería gris y todo sería culpa mía.


Tal vez hoy, haya unos ojos azules que la miren, como ella me miraba a mí, tal vez hoy una boca le sonría y unos brazos la abracen… tal vez hoy cometa los mismos errores que cometí yo entonces, tal vez hoy pueda perdonarme… si, seguro que hoy ya me ha perdonado y puedo abandonar el triste gris.


En el fondo de mi corazón, mi deseo es que haya encontrado los colores, que haya creado su propio arco iris… y sin embargo, también mi corazón sabe, que ella es gris, como lo soy yo; sólo que ahora las dos estamos solas.