viernes, 9 de mayo de 2008

AMANTES


Era viernes. El primero de cada mes a las tres de la tarde con la puntualidad de un reloj de mecanismo suizo.

Las cortinas estaban corridas y, tras ellas, el mundo exterior. El resto. Nada importante.

La habitación estaba en penumbras, con atisbos de unos pocos rayos de sol que se filtraban por las rendijas del suelo, desdibujando las sabanas revueltas. Unas sombras que no conseguían refrescar el ambiente ni ahogar esa sofocante sensación que se palpaba en el aire.

Un charco de sudor mojaba la cama y el aire acondicionado que gemía sobre el cabezal parecía una tímida burla incapaz de borrar el más mínimo rastro de la humedad que inundaba la estancia. Pero poco importaba todo eso. Hay calores que queman más y remueven las entrañas. Hay pieles, roces y caricias que incendian el alma y consumen los cuerpos hasta transformarlos en cenizas.

Era necesidad, una necesidad pura que surgía de dos cuerpos calientes, hambrientos y ávidos de destruir distancias, de borrar ausencias con sus dedos pestañeando el uno sobre el otro hasta eliminar los rastros de otra vida, de ese ‘fuera’ que se había quedado tras las cortinas.

Sin palabras. Sólo sexo.

Se arañaban, se buscaban, se devoraban con mordiscos y las lenguas relamían las gotas perladas de sabor a sal. Recorrían cada rincón de una geografía incompleta hasta ese preciso instante, en que podían dibujar húmedas líneas de geometría perfecta sobre la carne enrojecida y hundirse en el lugar exacto, recóndito y preciso donde se teje el deseo.

Los labios blandos, derretidos en saliva caliente y mojada. Desgastando los besos, penetrando en la boca y arañando las entrañas, derrochando todo lo que las palabras no cubren, alcanzando donde el verbo no es capaz de anclar.

Las manos apretando, aprisionando, oprimiendo pedazos de piel para encontrar el camino bajo cada poro. Grabando con puntos suspensivos los arcos y las curvas, para poder perseguir una y otra vez ese pentagrama de placeres dibujado con fuego.

Hurgaban la necesidad del otro para saciar la propia, removían con fruición la tortura de agotar al contrarío para regodearse en esa deliciosa derrota. Rozaban inflexibles el éxtasis, cabalgando oleadas vertiginosas de un deseo contenido durante demasiados días y que querían desgastar hasta sentirlo explotar entre sus muslos.
Hay sexo que sabe a mucho más que a humedad y formas de decir te amo que no se expresan con ninguna palabra.

A las ocho de la tarde, esas cortinas se abrirían, la habitación se ventilaría y cada uno de ellos regresaría, con mundana cotidianeidad, a ese ‘fuera’ que les estaba esperando, que no era tan real como lo que acababa de suceder entre aquellas cuatro paredes y que, sin embargo, les absorbería transformándolos en dos desconocidos.

Hasta dentro de un mes exacto. El primer viernes de cada mes.

9 comentarios:

Hache dijo...

Quizá esa rutina y esa puntualidad sea lo único frío de la historia. Y le quita algo de pasión ... si es que se puede.

Me gustó ;)

Dana dijo...

Supongo Hache que, cuando esa magia sólo sucede una vez al mes, es imperativo ser exageradamente puntual. Es más, se cuentan los segundos previos de una forma exasperadamente calculada.

Gracias. :)

Anónimo dijo...

Preciosa historia.

El ansia por dar y recibir cuando sólo se disponen de 5 horas al mes...

La felicidad de ser sólo dos en el mundo durante 5 horas...

Y la esperanza de que 30 días pasen deprisa para volver a echar las cortinas...

Mira que escribes bonito.

Senador Palpatine dijo...

Nada más importa ¿verdad?

El resto es tedio, rutina y vidas grises.

Sólo el calor de la piel, el sexo húmedo, el sentirse uno mismo y dejarse llevar.

Esa es la vida que merece la pena ser vivida.

La otra sólo es una muerte en vida.

Anónimo dijo...

Robarle ratitos a la vida precisamente para poder mirarla a los ojos y retarla en duelo.

La vida, jodidamente caprichosa y huidiza, escapa al compás sin tregua de las agujas del reloj y las agendas imposibles e ininteligibles.

No es su culpa, lo lleva en los genes, grabado a fuego en su adn, incapaz de no esconderse entre obligaciones, rutinas y problemas, y sólo apartando la maleza puedes toparte con ella de frente, ya sea 5 horas al mes, cinco minutos al día o un efímero ratito embrigador.

Anónimo dijo...

Y ahora el "cigarrito" y a dormirme con un buen disco.

Algo es algo. ;)

Me apetecía releer con calma.

Victor Manuel Jiménez Andrada dijo...

Me ha encantado y conmovido. Mejor no lo podías haber contado.

Un saludo
Víctor.-

Dana dijo...

Mira que me lees bonito Gilraen

Hay muchas cosas que importan Senador aunque sólo sucedan algunas horas, breves e insuficientes.

No es mi culpa Xhavi ;) No dejes de retarle nunca. (No sé si cobrarte un plus por repetir :P)

Gracias Victor No sé si mejor, pero te aseguro que con más, no.

Besos para todos.

Tesa dijo...

El sólo sexo se queda un poco corto sin palabras. Como vacío.
Será que estoy en temporada de "con palabras" y no las tengo.
Besotes, guapa