lunes, 31 de marzo de 2008

LA VOZ


Volvía a casa atravesando el polígono industrial para ahorrarme los tediosos semáforos cuando le vi aparecer de en medio de la nada, surgió entre la maleza que lindaba las fabricas y como si tal cosa estaba en la carretera.

Le observé por el retrovisor mientras me alejaba. Los vaqueros de aspecto desgastado, la camisa blanca e impoluta, una melena larga y ligeramente despeinada... y sin embargo con esa clase que poseen algunos tipos a los que podrías poner en una cena de gala entre un montón de hombres trajeados y no desentonaría.

Debía haberse perdido. No había otra explicación. Tal vez había tenido un accidente... mi cabeza se disparó y sin pensarlo di la vuelta en la siguiente rotonda en dirección a aquel desconocido. Tal vez necesitase ayuda. Me detuve a su lado y baje la ventanilla del copiloto.

- Conoces el Hotel Campanalli – me dijo mientras entraba en el coche sin esperar a que se lo ofreciera, sin necesitar pregunta. Lo dijo con urgencia y con imperativo.
- Sí – le contesté. Y sin saber muy bien porque ya había arrancado en dirección al Hotel que quedaba cerca de la autopista, en ese mismo Polígono.

No hablamos. No formulé ninguna pregunta y él no hacía intención de entablar ninguna conversación. Le observaba de reojo mientras yo trataba de mantener la compostura, intentando no transmitir mi incomodidad ante un desconocido que parecía dominar la situación, relajado y a simple vista impasible, las piernas sueltas y su mano izquierda descuidadamente acomodada entre sus piernas.

Llegamos enseguida, por suerte para mí. Pero aquel tipo, lejos de darme las gracias, me espetó un sencillo ‘Acompáñame’ que yo, para mi sorpresa, obedecí sin rechistar.

Una vez dentro del Hotel, antes de llegar al mostrador de recepción, se detuvo, unos centímetros delante de mí. Entonces apoyo la palma de su mano en mi vientre, provocando una sacudida en mi columna vertebral. ‘Espérame aquí’ y sin volver la vista atrás, se dirigió a la recepcionista.

Volvió a por mí y me tomo de la mano. No invitaba a acompañarle, sencillamente me obligaba a seguirle y yo le dejaba hacer.

Desde el primer momento en que escuche su voz, algo hipotónico me había subyugado y no podía nadar contracorriente, su forma de hablar, la fuerza que imprimía a cada silaba, como pronunciaba esos ruegos que parecían ordenes y a la misma vez necesitadas suplicas.

Temblaba, y aún sentía el calor lacerarme la piel por debajo de la ropa interior justo en el lugar donde él había apoyado su mano hacía unos instantes.

Entramos en el ascensor y yo permanecí con la cabeza baja, de pronto tímida y avergonzada por todas las emanaciones que provocaba en mí, como si al mirarle, él pudiera adivinar el deseo que hostigaba entre mis piernas.

Puso sus dedos en mi barbilla y levanto mi rostro hasta hacer que enfrentará su mirada.

‘Así esta mejor’ y sonrío. Era la primera vez que le había visto sonreír.

Entramos en una espaciosa habitación, en semi penumbra. No corrió las cortinas. Sencillamente se sentó a los pies de la cama y se sentó.

‘Desnúdate’

Pronunciar esas simples palabras intensificó el rescoldo que aún latía en mi vientre y descendió por entre mis piernas como una corriente caliente que empapó mis braguitas.

Quería hacer todo lo que él me pidiera. Quería complacerle, en aquel mismo instante, no había otra cosa en el mundo que desease más que desnudarme y abrir mis piernas para que él se hundiera en mí y me penetrará, allí mismo, en el suelo de aquella habitación, sin preámbulos, sin cortesías, sin un regalado beso.

Sin embargo, él parecía tener algún que otro objetivo en mente y se limitó a observar como yo desabrochaba atolondradamente la camisa.

‘Todo. Quítatelo todo’

Sintiéndome de pronto avergonzada y a la misma vez tremendamente excitada, desabroche mi sujetador y lo deje caer a mis pies. Torpemente me deshice de las braguitas empapadas y entonces él me dijo ‘Las medias no’ y me quede varada con esos pantis negros que parecían ahogar mis muslos, trémula sobre los tacones al borde de un precipicio.

‘Acércate a la ventana. Quiero verte.’

Se sentó en la cama, las piernas abiertas en descuidada postura y el bulto de su entrepierna claramente visible. Me miró, sabía la dirección de mi mirada y aún así no denotó ningún gesto, ni satisfacción ni irritación, sencillamente, con sus claros ojos grises, imprimió con fuerza contundencia a su orden.

‘Vamos. Quiero ver como tu sexo se deshace entre tus manos. Tócate ahora’

La vergüenza no podía con el hechizo de su voz, con el sonido imperativo que me obligaba a obedecerle. No sabía el porque, pero tampoco me importaba demasiado. No necesitaba tocarme para que mi sexo se humedeciera, lo sentía lleno de él y de un deseo loco por ser suya.

Me incliné levemente y ascendí suavemente con mis manos entre los muslos. El contacto de mis propias manos me sobrecogió, encendiendo como un alternador rotores desconocidos en mi cuerpo. Mis pezones erizados, el gemido que escapa de mis labios y la desconocida corriente que inundaba mi sexo. Los dedos se deslizaban con facilidad, resbalando entre mis manos, hundiéndose uno, dos, tres.

‘Levanta la cabeza’

Creí que no podría parar, pero detuve al instante los dedos, entrelazados en mi pubis.

‘Quiero ver tu cara. Quiero que veas la mía. Nada tiene sentido sino es así’

Entreabrí los labios que sucumbieron a la excitación que su voz provocaba. Nada de esto tiene sentido sino es así, repetía para mí. Estática. Anclada a sus ojos.

Se levanto, se acerco con pasos lentos y pausados, indiferentes. Sentía mi vulva palpitar, a punto de estallar en hambre exquisita. Pero no terminó de aproximarse. Sencillamente estiró su brazo y oprimió con fuerza el pecho. Tentada. Tentada de romper las distancias y, sin embargo, la firmeza del gesto, la posición de su brazo segura sobre mi pecho y su mirada me detuvieron.

No era eso lo que quería de mí. No era eso lo que me estaba pidiendo.

Pellizcó el pezón. Rozando el límite extraño en que el placer y el dolor se confunden, apurando el éxtasis confuso al borde del gozo y el tormento. Su mirada ahogo las protestas y mi boca exhaló un ronco y quejumbroso gemido, abierto y desesperado que buscaba sus labios.

Unos labios que me negaba. Tiró de mí, sin soltar mi pecho, hasta tenerme a una distancia inexistente de su rostro y susurró en mi oído.

‘Ahora. Quiero que te corras ahora, sin más que mis manos sobre tu pecho’

Y una descarga brutal descendió por mi columna vertebral, derrumbándose en mi pubis que se ahogaba en una explosión salvaje que apenas pude contener oprimiéndolo con fuerza con la palma de mi mano.

Sin soltarme, apretando su cuerpo contra el mío, dejó que notará su entrepierna caliente y dura contra mi abdomen. Besó mi cuello y me dijo.

‘Lo has hecho muy bien, preciosa’

Y se separó, dejándome confusa y errática, con el temblor sacudiendo aún mis tambaleantes cimientos. Cogió su chaqueta, extrajo unos billetes que tiró sobre la cama y mientras se dirigía a la puerta, sin volver la vista atrás, me dijo.

‘Preguntaré por ti la próxima vez. Serás mi putita de nuevo’

Y desapareció del mismo modo que apareció, de la nada.

13 comentarios:

Senador Palpatine dijo...

Mmmmm...

Perdón, trataré de recuperar la compostura.

Mmmmm...

Nada, no puedo.

Hace una tarde estupenda para perderse entre esas humedades.

Me provocas calores indefinibles, mi niña.

Vivencias en el Mariate dijo...

De nuevo sorprendente. Tienes la habilidad de conseguir abstraerme con tus relatos y eso tiene mérito, mucho mérito, teniendo en cuenta que no soy fácil de abstraer.
Besotes.
PD. Esa foto, uhmmm, de las más eróticas que vi en mi vida (y llevo vistas algunas)

Tesa dijo...

Aquí cerca hay un hotel... Campanille

Anónimo dijo...

Genial juntaletras.

Haces sentir a través de tus palabras.

Eres grande bonita.

sweep blue dijo...

genial :D

Dana dijo...

Senador, usted, ya esta perdido. Y sin posibilidad de remisión, me temo.
:P

Dana dijo...

Pues otra vez gracias HacheXX. Espero que la ‘abstracción’ haya sido de tu agrado.

Dana dijo...

Y aquí... es que siempre me ha sonado a diversión asegurada Tes

Dana dijo...

Soy pequeñita Gilraen apenas estoy aprendiendo a crecer. Gracias.

Dana dijo...

Genial también sweep blue :D

Anónimo dijo...

Tratas la sumisión con una maestría arrolladora Dana.

Menudo regreso al mundo cibernético me has dado hoy princesa.

La mente y su potencia arrolladora, capaz de hacerte llegar al orgasmo por si sola.

Dana dijo...

Tu arrollador regreso sí que es un placer ;-)

¿Por qué has tardado tanto?

Besos nada sumisos Xhavi

Vivencias en el Mariate dijo...

Olvidar por un momento la realidad, cuesta caro, conseguir que el mundo se pare a mi alrededor, no tiene precio. Abstracción de la más agradable.
Besos.