martes, 19 de febrero de 2008

UN DÍA PERFECTO


En la calle esta lloviendo, tras la ventana todo se desdibuja tras la tela de vaho instalado en un confuso esbozo adherido al cristal.


Hace un día perfecto para quedarse en casa, encaramarse al reposa brazos del sofá, cerca del cristal notando la humedad en contraste con la piel caliente y hundirse entre las páginas de un libro.

Sólo hay una cosa que conseguiría sacarme del placer de este destierro.

Ir contigo a saltar en los charcos.

Tu reticencia adopta postura de adulto respetando las reglas.

Meeec! Respuesta incorrecta.

Brinco en dirección al armario a rescatar las botas. Y tiró de ti ahora que no puedes mantener la compostura.

Paseamos por las desérticas carreteras de una urbanización en obras.

Mientras chapoteo y salto tú recoges los caracoles del suelo y los depositas uno a uno en los márgenes, sobre algún hierbajo o piedra.

‘¿Por qué haces eso?’ te pregunto divertida.

‘¿Y por qué no?’ coges mi mano, abres la palma y depositas un caracol sobre ella. Siento momentáneamente un contacto frío y mojado, pero enseguida se repliega bajo su voluminosa capota de remolinos. Cierro la mano para sentir la dureza de su costra en contraposición a la frágil suavidad con la que se posó sobre mi palma. Sonrío. Lo dejo con cuidado sobre un helecho.

Volvemos a casa.

Nos quitamos las botas en la entrada. Te deslizas y me coges. Me siento ligera en tus brazos. Probablemente tú no debes opinar lo mismo, pienso para mí. Me sientas sobre la mesa. Deslizas los calcetines. Me mandas silencio con el dedo sobre mi boca. Desapareces para volver con una toalla en las manos y frotas enérgicamente mis pies desnudos hasta hacerlos entrar en calor. Sacas unos calcetines limpios del bolsillo de tus tejanos.


Sonrío y me levanto de un salto.

Me propinas un azote en el culo.

Me sumerjo en el sofá, enterrada en la confortable y blanda tapicería.

Te sientas a mi lado, coges el mando y pones la tele. Un programa de coches.

Estiro el brazo, atino a coger el libro y cuelo mis pies debajo de ti.

Finjo ahondar en la lectura mientras te miró de reojo.


Ahora sí que hace un día perfecto para no salir de casa.

7 comentarios:

Anónimo dijo...

Maravilloso...

Es una foto, una historia de imágenes entrecortadas, cálida, cercana, deseada. Siento el calor y la lluvia caer y su (tu)pelo mojado bajo la lluvia.

Me transmite tantas cosas este cuento, tantos recuerdos, unos soñados, otros medio vividos. Lo siento tan mío que me parece increible no haberlo leido antes.

Y esa foto que enamora con las gotas dibujando sueños sobre el cristal... me desarma.

Dana dijo...

Los días de lluvia son perfectos para esos momentos, los soñados y los vividos.

Hache dijo...

Llego ahora .. te encuentro por casualidad y me he quedado pegada a la pantalla leyéndote.

¡Qué bien lo describes!

Me encantan los días de lluvia. Yo elijo un sillón de mimbre junto a la chimenea. Y ah ... meter los pies debajo de mi pareja y leer.

Volveré a visitarte, me gusta lo que cuentas y como lo cuentas.

Tesa dijo...

Dan ganas de tirarse en ese sofá, escuchar la lluvia tras los cristales y mirar de reojo una buena compañía de ese corte.
Da gusto leerte, Danita.

Unknown dijo...

Y tan perfecto, Dana, dan ganas de apoyar las yemas de los dedos en esos cristales y escribir alguna palabra con letra redondilla.
Ainnnns como me ha gustado, niña, perdona si me pongo cursi pero es que estoy de un blandorrillo...

Besazos

Dana dijo...

Gracias Hache ven cuando y como quieras, que será un placer. Un sillón de mimbre suena a hogar, a cálido, a tranquilidad ganada.

Lo que da gusto es que me leas, Tesa. Leernos. Suena hasta ‘romántico y erótico’ tanto gustirrinin. Besos en verde.

Blandita y sugerente María. Todavía hoy hace un día perfecto para quedarse en casa, lleva rondándome toda la semana. Y esta vez, si quieres, escribimos notas en los cristales. Yo también ando ñoñisima... será la lluvia.

Madre mía... si la que esta otoñal ‘totatility’ soy yo.

ambrette dijo...

Cuantas veces he vivido eso, tantas como dias de lluvia en fin de semana.
Solo una pequeña diferencia que no resulta muy poética. ¡ Los caracoles a un cubo con rumbo a casa!