viernes, 15 de febrero de 2008

RENDICIÓN II


No podía acabar así... al menos para mí esa historia aún no estaba acabada; me lo decía me cabeza, día tras día, con preguntas acusadoras e insistentes, que me abordaban estúpidas en los peores momentos (en mis mejores momentos), y me lo decía mi cuerpo, que no había conseguido tener ninguna relación sexual satisfactoria hasta el momento. Cualquier penetración acababa siendo comparada con lo que pudo haber sido y no fue, con un acto de posesión que existía mitificado única y exclusivamente en mi cabeza.

No podía seguir así, por mi salud mental y física.

Tras más de dos meses en los que nos habíamos cruzado envueltos por ese cálido manto de los amigos, que me ofrecieron el valor y el disimulo suficiente para, como mínimo, poder mirarte a los ojos con superioridad, estaba decidida a conseguir retenerte entre mis piernas, al menos una vez, para sentir como te derretías en mi interior.

Aquella noche sabia que acudirías a la fiesta, sabía que era importante para ti... y sabía que acabaría siéndolo para mí. Me compre un vestido negro, exagerado y exasperaste por sus múltiples escotes y aperturas, Se abría entre mis dos pechos hasta descubrir casi mi ombligo, y toda mi espalda se encontraba desnuda hasta donde pierde su mismísimo nombre, por no desmerecer a esa grieta que se abría entre mis piernas, prometedora como una gruta oscura y salvaje.

Cuando tome entre mis manos la copa de cava que me ofreció el camarero, supe inmediatamente que no debía haberlo hecho, porque en ese mismo momento mi mirada te descubrió, rodeado de un grupo de gente y mirando directamente hacía el diminuto punto donde el vestido se cerraba sobre mi cintura... y mis pezones emergieron libres y rozaron la suave tela del vestido provocándome un cosquilleo que me recorrió la espina dorsal. El cava desnudaba mis instintos, pero tu mirada, tan sensual, pidiéndomelo todo, me excitaba aún más.

Apenas mantuve un instante la mirada, me disponía a bajarla directamente hasta mi copa para no perderme en el insondable mar de tus ojos cuando descubrí un aliento caliente en mi nuca y una mano sobre mi espalda, demasiado cerca del vestido. Me volví para descubrir a un caballero con impecable traje y ojos azules, con una sonrisa en unos labios bastante prometedores y con una melena entrecana que resultaba bastante irresistible.

Por unos momentos pude cometer el error, el traspié de ignorarlo, pero tenía una mano firmemente dispuesta sobre mi espalda que me retuvo contenida con la vista en su boca sonrosada.

Nos presentamos e inicio ese juego del coqueteo con insinuaciones directas, que implicaban un contacto sexual más por sus gestos que por sus correctas palabras. Me impresiono la manera en que aquel caballero manejaba la situación, como sin decir nada atrevido, aparentemente conversación banal, me arrastraba a un juego sensual y divertido. Perfectamente a propósito retiro la copa vacía de mis manos, dejando resbalar sus dedos por los míos, y se acerco más de lo necesario para contarme algo gracioso y confidencial al odio mientras volvía a poner una nueva copa en mis manos. Su manera de susurrarme justo en el lóbulo de la oreja y tocar a la misma vez la yema de mis dedos provoco que mis pezones volvieran a ponerse duros y rozaran su pecho, mientras el olor a hombre que desprendía se colaba por mi nariz e invadía mi garganta. Notaba ese calor invadiendo mi vientre, aún cuando todavía podía controlar el juego.

Fue en ese momento cuando decidí que podía controlar el juego, y me gire para localizarte entre la gente, consciente desde hacía mucho que no me habías perdido de vista. Entonces me disculpe ante el caballero atractivo que tenía enfrente; era muy alto, así que aún con tacones tenía que ponerme de puntillas y acercarme para hacerme oír entre el bullicio. Me empine sobre mis zapatos y arquee mi cuerpo hacia delante, de modo que el escote bailante de mi pecho quedaba aún más abierto por la parte superior, y para no perder el equilibrio puse mi mano en su cuello, enredando los dedos en esa melena tan sexy, clavando un poquito las uñas en el contacto y obligándole a inclinarse, para permitirle que tuviera una breve visión de la piel de mis senos. "Voy a saludar a un amigo... espéreme".

Mientras yo bajaba de su cuello, él se giraba para indicarme que no había ningún problema, y mientras ambos estabamos predispuestos a darnos un receso nuestras mejillas se rozaron y nuestras bocas se quedaron a escasos milímetros mientras absorbía su respuesta.

Me gire vertiginosamente, sabiendo que eso volvería a provocar ondas en mi vestido que descubrirían carne nueva ante sus ojos y ante los tuyos, que estabas a escasos pasos de distancia. Levante mi copa a modo de saludo y tú cogiste una nueva para mí, mientras con paso resuelto y mirándome a la boca (como me excita que me mires así) viniste a mí. En ese momento si que sentí como todo mi cuerpo entraba en calor y por mi vientre bajaba esa sensación tan cálida, tan familiar y tan húmeda que me provocabas.

Como no podía ser menos, no habías perdido detalle del juego, y además de elogiar lo particularmente hermosa que estaba esa noche, me recordaste lo fácil que me resultaba rendirme ante ti. Te acercaste y me abrazaste, a modo de saludo, pero aunque tu mano estaba por encima del vestido tus dedos estaban por debajo de él, rozando suavemente mi piel erizada. Me apretabas contra ti con toda intención, tal vez pretendieras congratularte al notar mis pechos duros y mis pezones prietos ante tu contacto... tal vez, pero tu cuerpo te traiciono esta vez y yo note tu miembro duro oprimirse contra mi vientre y un leve sonrojo en tus mejillas. No era propio de ti eso de avergonzarte ante tanta gente.

Al separarnos fui yo quien decidió donde te daría el beso... y decidí que fuese impersonal y frío, para recordarte las distancias que tu cuerpo parecía haber olvidado. Hablamos, para variar, como dos viejos amigos, pero tus ojos seguían recorriendo mi cuerpo con evidentes signos de aprobación. Cuando note que el bulto en tu entrepierna había descendido y que estabas dispuesto a alejarte, te di bruscamente la espalda, apoyándome contra tu cuerpo y dejando tu sexo entre mis nalgas, y mientras sonreía al comprobar como recuperabas el buen tono hice un gesto rápido al galante desconocido para que se acercara.

Me volví rápida y me separe para notar el enfado en tus ojos... parecías decir "Maldita perra" pero no me importo demasiado. " Te voy a presentar a un amigo", y mientras decía esto aquel estupendo señor se encontraba ya detrás de mí, cerca, muy cerca, embriagándome con su olor a hombre, con suavidad puso su mano en mi antebrazo y otra vez endulzo el lóbulo de mi oído al preguntarme "Que querías".

Mi cuerpo subía y bajaba en oleadas extrañas, en crescendo de sensaciones que atosigaban mis sentidos, que cubrían de gusto mi cuello y mi espalda, que inundaban de humedad cálida mi sexo.

Me encontraba entre dos hombres y no distinguía que reacciones me provocaban cada uno de ellos, pero me sentía libre y desinhibida por completo, así que no me importo demasiado. Algo me decía que debía decidir... pero aún no quería hacerlo.

La cuarta copa de cava la deposito el atractivo caballero en mis manos, la acerque a mi boca mirándote directamente a los ojos e introduje primero la lengua para sacarla y pasearla por mis labios, para luego apoyarlos en la copa y al beber me incline deliberadamente sobre mi apuesto acompañante, dejando que mi cabeza cayera casi sobre su pecho y nuestras mejillas se rozaran. La apure apenas en un trago profundo y cosquilleante.

Perdí el equilibrio, pero no importo demasiado. Él me socorrió enseguida, con sus manos sobre mis caderas, que se quedaron allí tal vez más tiempo del necesario, para pasar luego a mi espalda arrancándome un ahogado suspiro al rozarme en el paseo entre las nalgas.

La guerra empezó a igualarse, pues contra la respuesta que mi cuerpo te otorgaba por derecho, por todo lo que sabía y sentía que tu boca prometía y podía dar, existía la respuesta que, sin control alguno, obtenía a las atenciones de aquel caballero, al suave y delicado contacto de sus dedos, a la forma experta de colocar sus manos sobre mi piel y sobretodo... a su olor a hombre y a su aliento en mi cuello.

Él me ganaba en las distancias cortas, no necesitaba hacerme notar que estaba excitado, no sentía su virilidad apretarse contra mí... pero me subyugaba el rojo de sus labios húmedos, su aliento caliente sobre mí nunca y su manera de hacer que me acercará a él, dominando mi cuerpo con una sola mano, como si fuese algo pequeño y delicado, apoyaba toda la palma de su mano en la mitad de mi espalda y una sacudida recorría en dos direcciones mi cuerpo.

Tú me ganabas en la distancia, mirándome a la boca, devolviéndome las palabras en un sensual murmullo, sonriendo de forma lasciva al descubrir la tela de mi vestido elevándose sobre mi pecho agitado, cuando me hablabas tu dedo se acercaba a mi barbilla y descendía por mi cuello y entre mis pechos, atrevido, insinuando que si no hubiese nadie delante no detendría ese recorrido.

Debo reconocer que me lo estaba pasando maravillosamente bien, que estaba excitada y caliente hasta limites insospechados y que, probablemente, podrían haberme sacudido más de un orgasmo si las circunstancias lo hubiesen permitido.

Poco a poco, la conversación entre los tres se fue haciendo más amena, más distendida y más familiar, y los contactos más naturales, menos tímidos y más directos... pero entre ambos ya no brillaban chispas de guerra, sino más bien un sexto sentido, algo condensado, algo que hablaba de que sólo uno de los dos llegaría al final, sin importar cual de los dos fuera por el momento, así que me permití el lujo de disfrutarlo.

No estaba dispuesta a renunciar las sensaciones que ambos me provocaban, era como si cada uno tuviera su propio terreno y ninguno de los dos pudiesen coexistir sin el otro.

Tú enervabas mis pezones, tan sólo al rozarlos con tu cuerpo o al acariciarlos resbalando disimuladamente las manos, mi cuerpo te quería dentro y mi boca quería tu boca, quería que tu lengua se perdiese en la raja de mi falda, entre los pliegues de mi sexo, inundándolo de calidez, mordiendo y arañándome las entrañas como sólo tú habías sabido hacer.

Pero aquel caballero me erizaba toda la espalda, arrancaba gemidos de placer al susurrar en mis odios, al sentir chasquear su lengua, al notarla detrás de mi oreja, al soñarla bajando por mi dorso. Me perdía entre sus labios, y los quería recorriéndome desnuda, mordiendo mi trasero, quería sentir sus manos resbalar suaves por mi piel, las quería apretando con violencia mis nalgas.

A ambos os necesitaba en esos momentos dentro, con una urgencia cada vez mayor. La fiesta termino y compartimos taxi con un mismo destino: Mi cama. Mientras bebía de una boca que ansiaba probar y devoraba el sabor de esos labios, hambrienta y urgente, mis piernas se entreabrían para recibir el contacto húmedo y caliente de tus dedos, y dejar que me invadieras y me sacudiera el primer orgasmo.

Me faltaba piel para recibiros, en una cama donde no existían las distancias, una cama donde dos bocas, cuatro manos y dos cuerpos se esforzaban por satisfacerme, por inundarme, me sacudían y me arrancaban espasmos de placer, una cama donde yo tan sólo tenía que abrirme y recibir, donde perderme en vorágines de hambre, pasión, sudor y sexo.

Ahora os contemplo a cada uno a un lado de mi cuerpo agotado, maltrecho y satisfecho, en ese estado de abandono que los hombres tienen después de hacer el amor, con esa sonrisa boba de niño indefenso y saboreo el último placer que me quedaba pendiente, la victoria.






8 comentarios:

Anónimo dijo...

El taxi engulló la dulzura de la noche, como la lontananza dejó a mis pies el asfalto por compañía. Más que compartir taxí, hubiera deseado convivir, vivir, estar en ti, mis labios en tus labios.

Tesa dijo...

Esta noche tengo una fiesta y voy a ir vestida de negro.
Seguramente acabaré, como siempre, durmiendo con mi gato.
No está mal soñar historias como estas que cuentas, aunque no siempre tengan final feliz.
Besos guapa
PD.-a ver si me cuentas cómo le has puesto reproductor de música al chiringuito

Anónimo dijo...

Siempre me ha sonad a "Eyes Wide Shut". Siempre la he imaginado a ella, como Nicole Kidman en la fiesta con la que comienza la película. Es tú particular venganza o al menos tú forma de recuperar la mano en la partida.

Dana dijo...

Un cartero, como una visita inesperada que no llama dos veces.

Los taxis compartidos son una carta abierta y sin destino conocido.

Dana dijo...

A veces, el final feliz no es tan importante como el momento feliz, que vivirlo, es tenerlo.

Un vestido negro... y tú.

Bonita combinación, con promesas en verde.

Luego nos lo cuentas, Tesa

PD.-Llegué tarde. ;-)

Dana dijo...

Es mi muy particular venganza, de esas que se saborean al final y tienen un gusto tremendamente dulce.

Sólo que ella, no era rubia Senadorz, pero tenía los ojos verdes.

Anónimo dijo...

Y no era fría como el hielo, si no ardiente como el magma de un volcán.

Dana dijo...

Cálida y urgente.
(Turgente, también) ;-)