lunes, 18 de febrero de 2008

EL CAMIONERO


Siempre me gusta escaparme un ratito a la playa cuando mis obligaciones me lo permiten, así que aquel lunes regresaba de mi sesión matinal de adicción al sol cuando me encontré fastidiada con la caravana. Tenía una reunión, una comida de trabajo a la que no debía ni podía faltar.


Parada en esa cola interminable de coches y distraída, cómo siempre, pensando en mis cosas, me llamó la atención el camión que circulaba en paralelo. El señor en cuestión me miraba con los ojos desbocados y su mano se agitaba perdida en un punto que, a causa de la diferencia de alturas, yo no alcanzaba a descubrir.


¿Qué estaba mirando aquel salido?. No sé si fue mi afición a chupar el calippo helado que ahora se derretía en mi boca y resbalaba fresquito por mi cuello, o el triangulo de la parte superior del bikini, que era de esos deltas chiquitos que circulaban (porque el mío circulaba) alrededor de una cinta sobre la espalda y que a causa del cinturón de seguridad se había corrido hasta ocultarse debajo de este y claro, me había dejado una teta al aire. Puede que el vestido, excesivamente corto, estuviera ligeramente arremangado por encima de mis piernas.


Tampoco sé porque me excito ver a aquel hombre... bueno, si lo sé, era un morbo por esos camioneros rudos, salvajes y auténticos que vivía oculto bajo mis trajes chaquetas y mis reuniones de alto standing, pero que el minúsculo bikini no podía ocultar y chorreaba entre mis piernas humedeciendo aún más el salado tanga.


El caso es que allí estábamos ambos, circulando a velocidad de paseo de anciano en taca-taca, él ya con las manos en la masa, apurando su propia hambre, y yo... bueno yo dándole vueltas a la mía, decidiendo que hacer con ese calorcillo que inundaba mis muslos... porque claro, un poco de apuro si que me daba, al fin y al cabo tenía una reunión y necesitaba llevar el bikini bien sequito para poder amordazarlo luego con el traje chaqueta que reposaba en el asiento trasero del coche.


Pero vamos, que cuando aquel tipo de pelo en pecho, brazos y demás, me miro a la cara y me lanzó un beso... me dije a mí misma, chica esta humedad te va a durar hasta que llegues a Barcelona, sólo hay una cosa que te la quite del cuerpo, así que me puse manos a la obra.


Tenía las manos ocupadas, claro, una con el volante y otra sujetando aquel polo helado... así que tenía que solucionar la situación con lo que tuviera a mano, y claro, tenía a mano aquel cono fresquito y húmedo.


Descendí por mi garganta resbalando el sabor tropical del helado por mi gaznate hasta alcanzar el pecho que estaba libre, el contacto frío me erizo la piel y mi pezón empezó a crecer rosado ante los círculos húmedos que aquel Frigo le regalaba.


Cuando lo devolví a la boca para rechupetear la secreción excesiva de liquido mire al camionero... había abandonado su movimiento, su brazo andaba detenido y me miraba con la boca abierta. Yo le sonreí... ante todo hay que ser educada.

Mi otra teta andaba creciendo dentro del bikini minúsculo, celosa ella por liberarse del encierro, así que con la punta del helado la ayude a quedarse al aire, para regalarle luego las mismas atenciones, resbalando el agua que chorreaba el polo por toda ella mientras se iba endureciendo hermosa y apretada contra el cinturón dichoso.

Notaba resbalar las gotas por el vientre hasta perderse en mi ombligo y alguna que otra atrevida se deslizaba por el costado, esquivando, e iba a perderse rozando la tela del tanga, empapándome en todos los sentidos.

Baje mi mano hasta el trozo amarillo de tela que cubría mis intimidades y mire al camionero. Desde su posición tenía una visión amplia del mismo, pero por si acaso, se había inclinado en una posición inusual hasta pegar casi su nariz a la ventanilla del copiloto... creo que llevaba aire acondicionado, por eso el cristal permanecía subido, con un leve vaho por la respiración del pobre hombre. La situación me acaloró un poco y claro, cómo mi coche no tiene aire acondicionado, tenía que refrescarme.

Abrí mis piernas todo lo que los pies en los pedales permitían y delicadamente pasee el polito por mis ingles. Las gotas del helado derritiéndose me hacían cosquillas inusitadas. La boca abierta y los ojos ávidos de aquel inesperado "voager" me excitaban con sacudidas calientes que inundaban el tanga.

Abandone el volante (no fui inconsciente, justo andábamos en un paro) para deshacer los lacitos que anudaban el bikini a mis caderas y el triangulo cayó entre mis piernas dejando libre mi sexo para cuantas manipulaciones pudiera necesitar, desde mi perspectiva, con el escaso vello rubio en ese monte dorado me pareció hermoso.

El polo zigzagueo sobre el monte mojando los rizos haciéndolos brillar hasta encontrarse con mis labios. Un respingo por el contacto frío casi me obliga a frenar en seco, pero envuelto por mi propia humedad enseguida adquirió la suavidad y temperatura adecuada.

Ese mini vibrador sabroso y mojado se deslizo entre mis labios, paseándose por mis cavidades hasta encontrar el hueco exacto por donde introducirse; a esas alturas el camionero dejó de existir y casi el atasco abandono el paisaje ante mis ojos mientras mis piernas se obligaban a abrirse para dejar paso al afrutado visitante que se introdujo hasta que mis manos chocaron con mi sexo. El contacto fresco con mi vagina provocó un curioso efecto en mi espalda y devastador en mis pechos, pero yo decidí ignorarlo y me concentre en imprimirle los movimientos adecuados a esa maravilla de la Frigo que apenas había saboreado, con la boca, claro.

Con la fricción adecuada, con los movimientos precisos, con ese mete y saca alelado, empachoso y sobretodo mojado, un orgasmo me sacudió desde las posaderas que casi se levantan del asiento, subiendo mi espina dorsal hasta arquear mi espalda.

Que gusto, saqué el helado y me lo metí en la boca satisfecha.

El camionero había reanudado sus movimientos, aunque no sé en que preciso instante, y sin dejar de mirarme fui testigo de cómo su cara se contraía de forma algo grotesca y su mano raleentizaba el movimiento hasta detenerse.

Era una pena que mi salida estuviera justo ahí... tal vez hubiésemos encontrado un área de servicio donde detenernos y continuar trabajándonos. Intermitente a la derecha y listos. Vaya fastidio; ahora tendría que detenerme en casa para pegarme una ducha y eliminar el pegajoso resto que el calippo había repartido por toda mi piel. ¡ Dichosa reunión !.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Y ya por seguir recordando el pasado, recuerdo que (casi casi)gracias a ésta nos conocimos.

Sigue teniendo la misma capacidad sexual que un polvo rápido, lleno de sudor, con la ropa bajada, en el baño de una gasolinera en medio de la carretera, en pleno verano.

Ahora lo vistes con la foto más morbosa que has colgado en tu casa. Sinceramente me altera la líbido esas bragas y esa hendidura más que sugerida que apenas llegan a disimular.

Dana dijo...

No seré yo quien haga público que tu líbido es excesivamente alterable.

¿He sido yo? :P

Se me ha escapado.

Sip, bueno, parece ser que tuvo mucho éxito en su día... las líbidos, que son adictas a la Frigo.

Anónimo dijo...

Bonito y refrescante relato y bonita y cálida foto sordomuda.