viernes, 20 de agosto de 2021

DOLOR

 Necesito que me duela el cuerpo... Qué me duela tanto qué borre cualquier rastro de otro dolor. 

Creo que por eso mi piel y mi cuerpo están reaccionando... Pero no es suficiente. 

Necesito un dolor físico que me arrastre y me supere, que me haga olvidar heridas y pueda centrarme en lo realmente importante, un dolor que me haga mirarme y, a pesar de darme asco, reconocerme a mí misma, encontrar esas llagas como un rastro suave por el que caminar juntas y encontrar las cicatrices curadas diferentes de las nuevas heridas, aprender que necesita sanar y qué es, simplemente, una marca de victorias. 

Pero sobre todo, necesito qué duela, ese dolor físico que sé, podré soportar  y que consiga hacerme olvidar el otro dolor, el del alma, al que no le sirven tiritas... Porque estoy a ese borde, del precipicio, valorando qué duele más. 

Dolor, porfavor, sin anestesia. 


miércoles, 9 de enero de 2019

PARCA



Del alma de mis pupilas
arrancas destellos de muerte
velas de lino blanquecino
que anuncian el jugo de mis desvelos.
 
Del junco cimbreante que tintinea
al ritmo sofocado de tus lamentos
desgranas las hojas de verde húmedo
hasta hacerlas morir entre tus dedos.
 
Del cisne lechoso que se arquea
quejumbroso y arrítmico ante tu boca
deslizas, cual veneno en mi sangre,
tu lengua de ambrosía y tizones de tea.
 
De entre los dorados montes
atravesando mis cumbres

seduces viperino mis derroches
arrastrando un lacio destino.
 
Un golpe fatídico
apenas un estoque,
un quejido, breve lamento,
y se funde el fin y el principio.

lunes, 31 de diciembre de 2018

FELIZ 2019


No tengo lista de propósitos para este año, y apenas tengo lista de deseos porque, muchas de las cosas buenas que estaba esperando han cerrado este 2018 y las mejores van a seguir conmigo en el 2019 (y hasta que el cuerpo aguante)
Siempre hay muchos sueños por alcanzar, así que seguiremos peleando, por los míos y por los vuestros.
Mi único mejor dese es un Feliz 2019 para todos los que, de un modo u otro, forman parte de mi vida.
Sed felices, sonreíd mucho y no dejéis de soñar… Caminad de la mano de las personas qué amáis, buscad esa orilla donde sentarse, esa ola perfecta en la qué surfear, ese árbol donde grabar vuestra historia, esa cubre qué escalar o esa nube para rozar con la punta de los dedos. Hundir los pies descalzos en la arena, las manos en la hierba húmeda, que el viento os despeine y la brisa de la noche os acune.
Todo y más para vosotros, en este 2019.



lunes, 26 de noviembre de 2018

SILENCIO

Hace tiempo que no me escuchas, pero no tanto cómo el que hace qué dejo de interesarme lo que tú cuentas.

domingo, 11 de noviembre de 2018

NO SUPO VER


No sabía que todo iba bien… no era consciente de la paz, de esa calma que se esconde tras las rutinas y ese silencio cuando todos duermen y sólo quedaban ellos dos. No era consciente.

En algún momento, llegó a creer que lo habían perdido todo.

Durante un instante, llegó a pensar en tirarlo todo por la borda.

Ese frágil equilibrio del camino, dónde un paseo puede ser la mejor manera de pasar el tiempo y observar una forma de compartir el mundo.

Inconsciente o ignorante, ciega o torpe…  no supo ver que todo iba bien.


miércoles, 31 de octubre de 2018

PARTITURA DE GOTAS


Llueve, y en el cristal resbalan recuerdos qué se acumulan en el alfeizar de la ventana. Algunos se deslizan suavemente, apenas imperceptibles y desaparecen, otros en cambio emborronan la vista agolpándose de forma continuada y machacona uno sobre otro.

En algunos estás tú, imperceptible y suave como una caricia secreta. Tú cuando éramos un nosotros delicioso lleno de suspiros en el cuello y secretos a media voz en la penumbra. Tú cuando éramos un prohibido qué jugaba con miradas veladas que lo decían todo y besos furtivos que abrasaban las entrañas. Tú cuando nos escondíamos bajo el abrigo de la locura para desnudarnos la piel a oscuras y perseguir cicatrices.



Apoyo la mano en el cristal y siento el frío húmedo que atraviesa la piel, pero no consigue instalarse en mi alma. No ha llovido tanto aún. Aún, esas gotas son frescas, limpias y me hacen sonreír.

Todavía siento como se me acelera el pulso y se humedece mi vientre si te pienso. Todavía puedo notar, si pongo mi mano en la mejilla, el calor de la tuya recorriendo mi piel. A pesar de todo, incluso ahora que golpea la lluvia con fuerza los cristales y apenas se vislumbra nada más allá del torrente de lágrimas que la acompaña… la ternura y el deseo se mezclan a ritmos desacordes, en paralelo, en enigmáticas líneas que se dibujan y desdibujan de forma azarosa, en futuros que se alejan, pasados que se cruzan y mañanas que no existen.

Un poco ese nosotros que vivimos, lleno de remolinos salvajes donde cruzábamos tempestades empujados por un deseo hambriento y feroz que nos enfrentaba al mundo. Ese nosotros cuando los ojos nos contaban la historia de nuestra canción y las manos dibujaban las partituras en la espalda.

Pedazos de ternura que se dejan caer, aquí y allá, instantáneas repartidas por el suelo de mi memoria, hermosos pentagramas dibujados en la pared de mis recuerdos y jardines llenos de promesas qué han florecido entre la palma de mis manos.

Al final, ese nosotros que éramos, se convirtió en un nosotros que hemos sido.

Aun cuando llueve, tú eres parte de mi sonrisa. No ha habido tormenta que haya podido destruir eso, aún quedaran gotas en el alfeizar de mi ventana cuándo salga el sol.

sábado, 5 de mayo de 2018

A VECES


A veces guardo secretos que nadie sabe…. Sólo a veces, sólo nadie. Sencillamente un a veces o simplemente un nadie. Pero siempre un.

martes, 24 de abril de 2018

EL AYER ES UN HOY



Nunca fue fácil amarte… ni siquiera ahora, después de todo, después de tanto.

Nunca fue fácil amarte y sin embargo te amé tanto y tan de veras, fue tan cierto y tan real, tan fuerte y tan intenso. Te amé, te amo, puede que te siga amando siempre, si es que un siempre es posible, si es que la eternidad me da el amarte más de lo que hoy te amo. Porque existir, mi amor, existiré siempre que tú existas.

Rozarte… leve, tenue, imperceptible. Como entonces. Rozarte… intensa, con celo, con propósito. Como ahora. Rozarte, erizar tu vello en un suspiro, enervar tu deseo, tocar tu alma. Mis dedos se tornan frágiles enredados en tu piel. Mis dedos te buscaron siempre, aún cuando tu piel era un látigo de prohibidos. Aún hoy, que esa piel es una prolongación de mi cuerpo que siento y palpo a cada paso.

Besarte… en un silencio, oscuro, furtivo. Como ayer. Besarte… sonoro, lleno, con rabia, con deseo. Como lo hago hoy. Besarte, humedecer tus labios en un instante, saborearte, beberte, sentirte mío. Mi boca sigue buscando esa humedad tuya, cálida y abierta, aún temblorosos y hambrientos, emocionados. Tras siglos de besos encontrados, un beso tuyo sigue siendo el beso en mayúsculas.

Escucharte… cálido, secreto, discreto. Como antes. Escucharte… cantarín, abierto, hiriente, con ira, con ternura. Como ahora. Tu voz, que me acuna desde un pasado roto, que me arrastra hacia este futuro tan lleno. El sonido que me envuelve cada hora de ausencia, las palabras que siempre quise oír, incluso cuando pensé que no podía oírlas, cuando creí que estaban negadas para mis sentidos.

Nunca fue fácil amarte, como no lo es ahora, después de guerras, derrotas y heridas mal curadas. Pero a pesar de eso, aún hoy te amo. Tiemblo de deseo, aunque parezca escondido tras rutinas. Me muero por besarte a cada instante, aunque te engañe la desidia de las horas. Callo al escucharte, porque tu voz sigue siendo el mejor bálsamo para mis días.

El ayer es un hoy.

martes, 10 de abril de 2018

EL QUICIO DE LA PUERTA



Abriste la puerta justo en el momento en que andaba desquiciada con el quicio de la puerta... y no puedo remediarlo, me encanta rozarme con el marco y resbalar la espalda arriba y abajo, a un lado y al otro, ahora con más ritmo, ahora más despacio... y a veces, cuando apareces para interrumpir ese instante pleno de gustirrinin... te mataría.

Me miras y sé lo que piensas... y si no lo sé mi cuerpo quiere intuirlo y en las chispas azules que bailan en tus ojos yo veo brillar deseo, a lo qué, de forma inadmisible, mi cuerpo responde, la camisa no puede ocultar mis pezones oscuros izarse a través de la tela y mi vientre me advierte de una cálida inundación.

Con tu brazo grande y fuerte, en un familiar y facilón gesto, me das la vuelta, castigada, de cara a la pared, y tus dos manos, pobladas de antiguas misceláneas sabias, se cuelan por debajo de la ropa para atrapar e inundar mi espalda.

Apoyas las palmas suaves ascendiendo hasta mis hombros para descender de nuevo haciendo un barrido por todos los rincones, como sacudiendo un polvo inexistente, hasta abordar mi cintura. Entonces vuelves a subir tus manos por los costados, con una presión firme y constante hasta que me haces cosquillas suaves en las axilas provocando un respingo. Una suave gota de sudor en la nuca que tú bebes de un suspiro y un quemazón incipiente que amenaza con deambular por mi tibia entrepierna.

El sonido que esperabas para cambiar el ritmo, tus dedos aprietan ahora con un poco de fuerza y las uñas se clavan levemente aquí y allá, a tenor de mis gemidos, en puntos equidistantes, inexistentes, imaginarios, que van bordando mi locura y arrastrándome a un frenesí gozoso que inunda mi vientre y mis muslos.

Cuando los gemidos cesan, cuando el hambre en esa zona esta saciada, tus dedos marcan uno a uno los puntos de mi columna, como claves cardinales que dan paso a un mundo distinto, tus dedos largos puentean mi espalda palmo a palmo con movimiento circular, presionando... y se pierden por debajo de mi cintura, dibujando el vértice de mis glúteos hasta navegar por la humedad que inunda mi sexo.

Ahora quiero algo más que el armazón de una puerta, quiero mucho más que tus manos en mi espalda... Quiero más ¿ Te vienes?

miércoles, 28 de marzo de 2018

LA CULPA



La culpa pesa demasiado. Es agotadora. 

Estaba cansada de tener siempre la culpa, de que le ahogara y le asfixiara de tal modo que el resto de sentimientos desaparecían, que pesará tanto que no existía nada más importante. 

Al final, lo importante no es lo que te dicen, sino lo que llegas a creer y, aunque aún no había llegado a creérselo del todo, estaba muy cerca de que esa culpa anulará todo lo demás.

Lo único que le quedaba era la tristeza. Decidió estar triste, callada y ausente antes que morir culpable. Estar triste era una culpa que podía asumir, algo de lo que era totalmente responsable. Ella decidía dejar resbalar lágrimas hasta la saciedad. Decidía sentarse en el sofá y abandonarse a series y programas sin sentido que le permitieran no pensar hasta caer rendida. Decidía dedicarse a juegos matemáticos que le permitían mantener la mente ocupada y centrada…. Y decidía ponerse el vestido de flores y la sonrisa para salir a la calle.

No conseguía arrancarse la culpa de la piel… le dolía, como desgarros en sus muñecas, tirantes y pozoñosos, pugnaban por ascender más allá, hasta sus entrañas, mientras ella se esforzaba arañando sus brazos con desespero en un intento absurdo de arrancarse la culpa.

Fuerte y positiva, así la reconocían. No importaba cuanto dolor pudiera llegar a absorber ni cuantas preocupaciones silenciosas escamotearan su espíritu, salía a la calle con su sonrisa, generosa y entregada. No era un disfraz, pero sí se había convertido en una mascara que no conseguía arrancarse fácilmente y que ya no era más que un reflejo de lo que un día fue.

Quería ser una mujer fuerte, quería poder decidir… aunque en realidad, eso era lo que estaba haciendo. Decidir. Decidir llorar, decidir hundirse, decidir asumir ese sentimiento de culpa.

Hasta eso le había conseguido arrancar la culpa, su yo más íntimo, su verdad más grande sobre la felicidad… y el pequeño reducto al que se aferraba era a su capacidad de decidir, a esa extraña filosofía implantada tras golpes del destino qué la habían convertido en lo que era.

El ruido de la impresora y el papel continúo rasgándose a cada paso de las agujas laceraba sus sentidos, no le permitía pensar, no le dejaba. A veces sólo podía concentrarse en las cicatrices que ese dolor dejaría en su piel y si conseguiría maquillarlas con el tiempo. Sabía que, con cada vaivén, con cada línea dibujada, el surco era más profundo y más imborrable.

No tenía nada, nada que la retuviera excepto su propia pena… y si, seguramente ese sentimiento de culpa.

No necesitaba nada para alejarse. Los recuerdos hermosos pesaban demasiado y los dolorosos también… pero se resistía a ese Ya no te quiero, que implicaba dejar de amar lo que la otra persona había sido pero, también, dejar de amar lo que ella fue con él.