miércoles, 31 de octubre de 2018

PARTITURA DE GOTAS


Llueve, y en el cristal resbalan recuerdos qué se acumulan en el alfeizar de la ventana. Algunos se deslizan suavemente, apenas imperceptibles y desaparecen, otros en cambio emborronan la vista agolpándose de forma continuada y machacona uno sobre otro.

En algunos estás tú, imperceptible y suave como una caricia secreta. Tú cuando éramos un nosotros delicioso lleno de suspiros en el cuello y secretos a media voz en la penumbra. Tú cuando éramos un prohibido qué jugaba con miradas veladas que lo decían todo y besos furtivos que abrasaban las entrañas. Tú cuando nos escondíamos bajo el abrigo de la locura para desnudarnos la piel a oscuras y perseguir cicatrices.



Apoyo la mano en el cristal y siento el frío húmedo que atraviesa la piel, pero no consigue instalarse en mi alma. No ha llovido tanto aún. Aún, esas gotas son frescas, limpias y me hacen sonreír.

Todavía siento como se me acelera el pulso y se humedece mi vientre si te pienso. Todavía puedo notar, si pongo mi mano en la mejilla, el calor de la tuya recorriendo mi piel. A pesar de todo, incluso ahora que golpea la lluvia con fuerza los cristales y apenas se vislumbra nada más allá del torrente de lágrimas que la acompaña… la ternura y el deseo se mezclan a ritmos desacordes, en paralelo, en enigmáticas líneas que se dibujan y desdibujan de forma azarosa, en futuros que se alejan, pasados que se cruzan y mañanas que no existen.

Un poco ese nosotros que vivimos, lleno de remolinos salvajes donde cruzábamos tempestades empujados por un deseo hambriento y feroz que nos enfrentaba al mundo. Ese nosotros cuando los ojos nos contaban la historia de nuestra canción y las manos dibujaban las partituras en la espalda.

Pedazos de ternura que se dejan caer, aquí y allá, instantáneas repartidas por el suelo de mi memoria, hermosos pentagramas dibujados en la pared de mis recuerdos y jardines llenos de promesas qué han florecido entre la palma de mis manos.

Al final, ese nosotros que éramos, se convirtió en un nosotros que hemos sido.

Aun cuando llueve, tú eres parte de mi sonrisa. No ha habido tormenta que haya podido destruir eso, aún quedaran gotas en el alfeizar de mi ventana cuándo salga el sol.

No hay comentarios: