Abriste la puerta justo en el momento en que andaba
desquiciada con el quicio de la puerta... y no puedo remediarlo, me encanta
rozarme con el marco y resbalar la espalda arriba y abajo, a un lado y al otro,
ahora con más ritmo, ahora más despacio... y a veces, cuando apareces para
interrumpir ese instante pleno de gustirrinin... te mataría.
Me miras y sé lo que piensas... y si no lo sé mi
cuerpo quiere intuirlo y en las chispas azules que bailan en tus ojos yo veo
brillar deseo, a lo qué, de forma inadmisible, mi cuerpo responde, la camisa no
puede ocultar mis pezones oscuros izarse a través de la tela y mi vientre me
advierte de una cálida inundación.
Con tu brazo grande y fuerte, en un familiar y
facilón gesto, me das la vuelta, castigada, de cara a la pared, y tus dos
manos, pobladas de antiguas misceláneas sabias, se cuelan por debajo de la ropa
para atrapar e inundar mi espalda.
Apoyas las palmas suaves ascendiendo hasta mis
hombros para descender de nuevo haciendo un barrido por todos los rincones, como
sacudiendo un polvo inexistente, hasta abordar mi cintura. Entonces vuelves a
subir tus manos por los costados, con una presión firme y constante hasta que
me haces cosquillas suaves en las axilas provocando un respingo. Una suave gota
de sudor en la nuca que tú bebes de un suspiro y un quemazón incipiente que
amenaza con deambular por mi tibia entrepierna.
El sonido que esperabas para cambiar el ritmo, tus
dedos aprietan ahora con un poco de fuerza y las uñas se clavan levemente aquí
y allá, a tenor de mis gemidos, en puntos equidistantes, inexistentes,
imaginarios, que van bordando mi locura y arrastrándome a un frenesí gozoso que
inunda mi vientre y mis muslos.
Cuando los gemidos cesan, cuando el hambre en esa
zona esta saciada, tus dedos marcan uno a uno los puntos de mi columna, como
claves cardinales que dan paso a un mundo distinto, tus dedos largos puentean
mi espalda palmo a palmo con movimiento circular, presionando... y se pierden
por debajo de mi cintura, dibujando el vértice de mis glúteos hasta navegar por
la humedad que inunda mi sexo.
Ahora quiero algo más que el armazón de una puerta,
quiero mucho más que tus manos en mi espalda... Quiero más ¿ Te vienes?
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