martes, 10 de abril de 2018

EL QUICIO DE LA PUERTA



Abriste la puerta justo en el momento en que andaba desquiciada con el quicio de la puerta... y no puedo remediarlo, me encanta rozarme con el marco y resbalar la espalda arriba y abajo, a un lado y al otro, ahora con más ritmo, ahora más despacio... y a veces, cuando apareces para interrumpir ese instante pleno de gustirrinin... te mataría.

Me miras y sé lo que piensas... y si no lo sé mi cuerpo quiere intuirlo y en las chispas azules que bailan en tus ojos yo veo brillar deseo, a lo qué, de forma inadmisible, mi cuerpo responde, la camisa no puede ocultar mis pezones oscuros izarse a través de la tela y mi vientre me advierte de una cálida inundación.

Con tu brazo grande y fuerte, en un familiar y facilón gesto, me das la vuelta, castigada, de cara a la pared, y tus dos manos, pobladas de antiguas misceláneas sabias, se cuelan por debajo de la ropa para atrapar e inundar mi espalda.

Apoyas las palmas suaves ascendiendo hasta mis hombros para descender de nuevo haciendo un barrido por todos los rincones, como sacudiendo un polvo inexistente, hasta abordar mi cintura. Entonces vuelves a subir tus manos por los costados, con una presión firme y constante hasta que me haces cosquillas suaves en las axilas provocando un respingo. Una suave gota de sudor en la nuca que tú bebes de un suspiro y un quemazón incipiente que amenaza con deambular por mi tibia entrepierna.

El sonido que esperabas para cambiar el ritmo, tus dedos aprietan ahora con un poco de fuerza y las uñas se clavan levemente aquí y allá, a tenor de mis gemidos, en puntos equidistantes, inexistentes, imaginarios, que van bordando mi locura y arrastrándome a un frenesí gozoso que inunda mi vientre y mis muslos.

Cuando los gemidos cesan, cuando el hambre en esa zona esta saciada, tus dedos marcan uno a uno los puntos de mi columna, como claves cardinales que dan paso a un mundo distinto, tus dedos largos puentean mi espalda palmo a palmo con movimiento circular, presionando... y se pierden por debajo de mi cintura, dibujando el vértice de mis glúteos hasta navegar por la humedad que inunda mi sexo.

Ahora quiero algo más que el armazón de una puerta, quiero mucho más que tus manos en mi espalda... Quiero más ¿ Te vienes?

No hay comentarios: