jueves, 4 de junio de 2009

INVITADA INESPERADA


Me invito a cenar y ante mi reticencia a nuestra tercera cita, me regalo los oídos con palabras ahuecadas en almohadones de elogios e insinuaciones vedadas, con la promesa de manjares exquisitos, exóticos y afrodisíacos servidos para el deleite de mi paladar y de mis ojos en las más sugerentes fuentes.

No sé que me sedujo más si esa forma suya tan hábil de manejar la lengua ( y era un experto en el más amplio significado) y la sonrisa lasciva que esa idea provoco, o la atractiva y seductora sugerencia de saciar todos mis apetitos.
Aquel hombre, un portento en muchos sentidos, me resultaba intrigante. Si bien era cierto que su madurez le confería por derecho la experiencia, la suya era tan amplia y tan exquisita que no dejaba de sorprenderme y despertar una sincera admiración. Sus modales elegantes, su léxico cuidado y su conversación rica en matices, y su conocimiento profundo e intenso del cuerpo femenino, incluyendo recónditos territorios que había convertido en parajes eróticos de mi anatomía desconocidos hasta entonces.

Me presente con el retraso preciso y provocado para acusar una dulce espera. Para la ocasión había mimado cuidadosamente mi aspecto y dado que la apacible temperatura lo permitía había reducido mi indumentaria a un vestido blanco que imitaba el diseño de una gabardina, con un amplio cuello y generoso escote, cruzado por delante sobre mi cuerpo y atado con una cinta alrededor de mi cintura, sin botones ni corchetes, ni ningún otro aparatoso interruptor que detuviera el tiempo de estar juntos; terminaba el adorno con unas sandalias planas blancas y nada más... absolutamente nada más que se interpusiera en mi camino, ni pendientes, ni gargantillas, ni ropa interior; incluso el vello más intimo había sido eliminado para la ocasión.

Sonrisas de pleitesía, saludo breve y pasos firmes y decididos en dirección a la inmensa sala. Nada más entrar y cerrar tras de sí la enorme cristalera que aislaba la estancia introdujo sus dedos en mi cinturón y me atrajo hacía él para inundarme con un beso profundo y arrebatador, con ansia inquisidora y posesiva, hambriento de semanas en lugar de horas. Un beso de esos en los que las distancias desaparecen y consigues fundirte sin necesidad de nada más. Sin manos buscándose, ávidas atravesando y confundiendo los sentidos. No me excito el beso, sino la necesidad urgente, la voracidad acuciante que implicaba.


Al separarnos no pudimos evitar la sonrisa cómplice y sincera, la mirada directa, reconociéndonos y aprobándonos, sabiéndonos libres en el tiempo y comprometidos en el instante... tampoco pude evitar que el mismo dedo que forzó nuestra proximidad causará por accidente mi desnudo, al separarnos y estirar involuntariamente del cinturón (¿involuntariamente?). Mi vestido se abrió en dos líneas paralelas que se entreabrían brevemente dejando al descubierto la redondez de mis pechos plenos, el descenso de mi vientre plano, mi ombligo pequeño y ovalado y la línea bien dibujada que anunciaba el nacimiento imberbe de mis hambrientos labios.


Se dibujó la sorpresa en su cara y estallamos los dos en una espontánea carcajada, una risa fresca y natural que relajo el ambiente.


Sin dejar de sonreírnos divertidos y con la mirada puesta uno en los ojos del otro coloco un dedo en mi barbilla y me empujo ligeramente hacía atrás, hasta dejarme acorralada entre la puerta a mis espaldas y su cuerpo bloqueando el mío. Me beso en la barbilla mientras sus manos se deslizaban lentamente entre mi vestido y mi piel, sin mover un ápice la tela, rozando levemente la piel con la yema de los dedos, apenas un arañazo suave, tenue, conciliador, bordeando mi cintura desde el ombligo hasta mi espalda.


Volvió a enfrentarme la mirada y me atravesó transparente y luminoso el gris aterciopelado de sus ojos. Lo encontré tan distinto a nuestro anterior encuentro, relajado, desnudo del alma, entregado y necesitado de mí. Como un extraño, un correcto desconocido que se maravilla ante tus ojos y a la misma vez como un viejo amante, perfectamente conocedor del tamaño y la textura de mi piel. Se arrodilló y hundió la cabeza en mi vientre, sentía sus párpados cerrados sobre la piel de mi estomago y me emocioné como debían hacerlo las Diosas en sus altares con miles de siervos postrados a sus pies, acaricie su cabeza y enrede mis dedos en su cabello. Empezó a besarme lentamente, alrededor desde el hueco de mi ombligo, con la boca húmeda de pasión y hambre, con la lengua punteando cicatrices de placer en mi piel.


Entonces la vi, detrás del panel entreabierto que daba paso a la cocina, con los ojos bien abiertos, con asombro y una expresión anhelante de curiosidad, apenas una chiquilla con ese cuerpecillo a medio hacer entre niña y mujer, de piel blanda y curvas que aún son insinuaciones, meros augurios de voluptuosidad convexa. Sus labios llenos y sonrojados se abrían húmedos y su respiración agitada elevaba con cadencioso vaivén su escueta camiseta. De repente me sentí terriblemente excitada ante la idea de ese vouyere inesperado, que entre inocente y lascivo contemplaba la escena.


Empuje la cabeza que danzaba en mis caderas hacia la humedad palpitante que sentía en mi entrepierna y obediente cedió a mis impulsos, abriendo con su lengua la raja inmaculada, siguiendo con esa prolongación de su boca el camino vertical hasta colocarla como bandeja entre mis piernas y con pequeños lametones incitar aún más la lluvia de pasión que desencadenaba mi cuerpo, para luego succionarla con fruición. Se me escapo un gemido y abrí mis piernas para sentir sus labios sobre los míos mientras su lengua exprimía mis entrañas.


Observe a aquella menuda invitación a mujer, sus mejillas sonrosadas, su respiración agitada, su boca entreabierta y su mano que se acariciaba de forma inexperta el vello púbico, enredándose, lenta y torpe, y, de algún modo, quise darle placer con mi placer, sobreexcitada con su imagen.


Rodeé la cabeza de mi amante con una pierna, para entregarle mi fruto en toda su plenitud, para hacerle llegar a cualquier parte, a todas partes, y con esa misma pierna oprimí fuerte su cuerpo contra el mío.


Su lengua, extrema e insaciable se dirigió a la desembocadura rosada aún sin explorar para inundarla con su saliva, introduciéndose lentamente hasta notar como palpitaba afanosa, su nariz seguía los movimientos sinuosos de la lengua entre mis labios y de tanto en tanto su boca regresaba a ellos para chupar jugoso el néctar que resbalaba por mis piernas, relamer las gotas entre mis ingles y retroceder de nuevo a su guarida. Mi espalda se arqueaba sobre si misma y mis piernas se convulsionaban sacudidas por olas de éxtasis prohibido. Sus manos se deslizaron, con codicia hasta mis glúteos, aprisionándolos con glotonería.


Entre la vorágine de sensaciones que nublaba mis sentidos y mi vista alcance a descubrir a la muchacha, que había abierto totalmente el panel y sin tapujos estaba sentada, con las piernas flexionadas y abiertas, el culo sobre el frió mármol y su temprana flor de par en par, sus dedos se agitaban frenéticos en su interior, sacudiéndose al mismo ritmo que su pelvis se elevaba y su trasero golpeaba el suelo, se detenía tan sólo para relamer su propio dedo y volver a introducirlo en un rápido movimiento. Nuestras miradas se cruzaron pero no se detuvo, desvergonzada y desinhibida mantuvo la mirada. Paseé mi lengua por mis labios, incitándola, provocándola. El orgasmo nos sacudió a las dos al mismo tiempo, el mío violento primero y controlado después, acompasado al lento movimiento que la boca que había olvidado entre mis piernas seguía perpetrando desairados lametones entre mis paredes... el de la muchacha irrefrenable y brusco le sorprendió con el final abrupto y exhausto.



14 comentarios:

Xhavi dijo...

¿Un vestido estilo gabardina?
¿Cinturón que cede en un descuido?

Voy a darme una vuelta por los grandes almacenes a ver si lo encuentro, y si no tengo suerte como mínimo me haré con un par de sartenes para vitrocerámica para así cocinarme unas gambas a la gabardina en pleno cinturón mediterraneo.

¿Panel entreabierto que da paso a la cocina?

Joder, ¡Qué metáfora!.

Hasta la cocina de cabeza.

PD. Me gusta el título y la descripción de la misma. Si es que es clavadita. :P

Xhavi dijo...

Por cierto, se me olvidó comentarlo, el calvo de la foto...Apoteósico! :P

Tesa dijo...

Muy calentito, muy bueno.

Besos

Doris dijo...

Muy erotico,candente eso esperaba de una cita a ciegas, que a final de cuentas no se presento, a lo contrario de tu relato estaba vestida de negro, para mi el negro me parece sexi y misterioso.

Senador Palpatine dijo...

Siempre que pienso en tu relato más morboso, recuerdo este. Lo cual me hace recordar que ya llevamos una historia a nuestras espaldas, Princesa. Sí, lo sé, no viene a cuento. Y tampoco recordar al cabrón que quería volver puta a Dorothy cada noche, pero la cabeza a estas horas se me va más de lo normal. Escribes con la magia con la que vives, lúcida e irreal para el viejo arrugado. Lúcida... porque lo eres a cada instante. E irreal porque, a pesar de los años que hace que te conozco, cada día pienso que no puedes ser real, sólo un jodido y bendito sueño.

Senador Palpatine dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Dana dijo...

Xhavi tú pasa siempre hasta el fondo y ya preparemos los aperitivos.

Apoteósica la sonrisa que siempre consigues arrancarme, corazón.

Besazos Tesita, de los que aprietan.

Gracias Doris

¿ Y que haces tú a estas horas que no estas en mi cama, Palpatine?

Besos para todos.

Gilraen dijo...

Mereció la pena esperar la nueva entrada.
Un beso.

ambrette dijo...

Por un momento os he contemplado, por un momento yo he sido esa chica.
Fantástico Dana, provocas que los sentidos se desaten al igual que la cinta de tu vestido, sin poder ni quererlo remediar.

ambrette dijo...

He recordado que ni siquiera me he presentado, he entrado aquí como una auténtica descerebrada faltando a una debida educación con la propietaria.

Probablemente algunos me conoceis un poco, otros nada, espero parar por aqui a menudo porque desde ya me declaro adicta a las historias de Dana.

Por cierto Dana,encontré el link para este fantástico sitio en la gatera.
Ha sido todo un descubrimiento, me gustan tus relatos eróticos (es un auténtico placer leerlos)y tus textos, quizás me permitan conocerte un poco más.

Espero que mi presencia sea grata para todos.

d_lee dijo...

Mataría por ser invitada a la próxima fiesta, ummmmmmm...
Puesto que voy a hacer mía la fantasía, yo escojo al anfitrión y tú tráete tu gabardina y unos buenos tacones...

jajaja, ale, ya tengo plan esta noche! Todo un honor formar equipo contigo, Princesa.

Dana dijo...

Siempre merece la pena leerte Gilraen Besos.

Por supuesto, gratamente leída Ambrette y ubicada ;-) . Me alegra que me encuentres.

Pero el anfitrión es compartido d_lee. Porque la fiesta, no tiene porque tener final donde yo puse el punto ¿No te parece? :p

ambrette dijo...

¿Para que cambiar por ahora de anfitrión siendo este tan complaciente?
Además aun no nos ha enseñado todas sus habilidades , me parece a mi que este no se arredra ante más de dos.

Gracias por la bienvenida Dana, se respira bien aquí .
Mientras nos regalas un nuevo relato tengo muchos todavía para descubrir , aunque sea con retraso.

Piolín dijo...

He volado hasta aquí, hasta esta rama del árbol que da sombra en tu puerta.

¡Pío, pío! y las plumillas se me han erizado de "alegría" rendido a tus pies después de leerte.

Piquitos, Dana