miércoles, 18 de junio de 2008

SEDA SOBRE EL ASFALTO


Debería ponerme medias, pero hacía tanto calor esa sofocante mañana de Agosto que la piel resbalaba impertinente sin dejar que el panty se deslizara sobre mi muslo.

Hacía mucho tiempo que formaban parte imprescindible de mi atuendo. No salía sin ellas de casa desde que vi a Kathleen Turner en aquella película. A veces pienso que sólo me hice detective porque con dieciocho años, mientras contemplaba a aquella rubia de infarto inundar la pantalla, soñaba con tener esas vertiginosas piernas.

Como si pudiese salir de la mierda cabalgando sobre unos tacones. Supongo que debí largarme de aquí, dejar de soñar con detectives con piernas de corista y tipos duros que te invitaban a whisky para ganarse tu alma. Pero esta ciudad me tenía atrapada, eran mis calles, las mismas en las que jugaba de niña, las aceras que rasparon mis rodillas y las esquinas que me rompieron el corazón mientras aprendía a llorar en silencio apretando los puños con rabia.

Este era un caso rutinario, sin demasiadas complicaciones, aún así preparé como siempre el bolso con la grabadora, el pasaporte, una muda interior limpia y el pequeño revolver que parecía más un encendedor que un auténtica arma letal. Estuve a punto de recoger simplemente la grabadora, pero demasiados años de rutina persistente decidieron por mí.

El tipo era un delincuente de poca monta que sobrevivía a base de chanchullos, como recadero de trapos sucios y como chivato de la poli. Pero esta vez se le había ido la mano y sin saber muy bien cómo se había visto envuelto en el robo de una documentación muy importante y comprometedora de la casa de un empresario. Ahora él tenía en sus bolsillos la vida de demasiada gente, y muchos no tendrían inconveniente en ensuciarse un poco más las uñas para salvar el pellejo.

Había un montón de gente interesada, tal vez demasiada, en aquellos papeles. Entre los buenos, los malos y los regulares formaban un grotesco y nutrido grupo al que yo me había sumado como quien pilla un tranvía en hora punta, colgada en el último instante. Probablemente no serían más que papeles mojados y al final, aunque salieran a la luz, los culos grandes y sebosos de los auténticos responsables quedarían resguardados bajo sus fajos de billetes tan sucios como su podrida alma escondida bajo esa pulcra fachada. Se me revolvían las tripas al pensarlo.

Pero, al menos por ahora, el Rata, un Don Nadie al que le quedaban sólo dos dientes enteros y uno de ellos era de oro, había creado una buena juerga en la ciudad a la que todos estábamos invitados, unos con traje de gala y otros, como yo, por la puerta de atrás.

Mi cliente no era ni mejor ni peor que ellos, pero, al fin y al cabo, pagaba mis facturas tras varios casos desastrosos y demasiadas obras de caridad. Quería esos papeles y me había pagado una cantidad sumamente escandalosa por adelantado.

Tenía una buena pista y, conociendo a Charlie, mi particular soplón, el tugurio donde se escondía el Rata, era un rastro fiable. Conseguiría hacerle salir, estaba segura. Nadie más sabía que se encontraba en los sótanos de aquel antro

O eso creía yo. Debían estar siguiéndome y esperaron hasta asegurarse de tenernos a los dos a tiro. No me di cuenta... confíe demasiado en mis dotes de persuasión y me deje llevar por la emoción de haber resuelto el caso y salir de aquel bar colgada del brazo del Rata. Un adolescente nervioso de gatillo fácil disparó, casi temblando, estrenándose seguramente por primera vez en el mundo de los sicarios, y regalándome el sabor metálico de la sangre ascendiendo por la garganta.

Joder, debería haberme puesto medias esta puta mañana. Si hubiese sabido que iba a estar tirada en el asfalto con una bala alojada en el estomago, me habría puesto las jodidas medias de seda. Odio tener que morir con estas pintas. Debí haberme marchado de aquí cuando aún estaba a tiempo, pero siempre pensé que entre toda esta mierda encontraría al menos la manera de construir un futuro mejor para alguien. Sólo una maldita esperanza a la que aferrarme.

La sangre ensuciaba mis piernas desnudas.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Genial historia negra...

Con su punto fashion. Me ha encantado.
Morir con las medias puestas... es hacerlo con clase...

Gracias por tus regalos princesa.

Senador Palpatine dijo...

Sabe a sangre fresca, a sueños rotos, a vidas perdidas, a callejones llenos de muerte y de orines.

Sabe a derrota, pero tú la pintas hermosa.

Victor Manuel Jiménez Andrada dijo...

Me ha encantado. Que bueno. Me he metido en el ambiente. El final es apoteósico y apocalíptico.

hawkeye dijo...

Genial el relato que hoy nos has dejado y magnífico final!!! Besos

Tesa dijo...

Guaaaay. Me encanta esta historia, Dana.
He sonreído con esa muda limpia metida en el bolso. :)

Dana dijo...

Tú sí que tienes un punto fashión Gilrane cómo me ha hecho reír eso del punto fashión.

Tú también sabes a sangre fresca Senador, cuidado que hoy con ganas de morder :P y algo tan ‘tiernito’ como tú es demasiado...

Dana dijo...

Vaya Victor pues gracias! El ambiente era justo lo que más me costó.

Besos hawkeye y genial tu entusiasmo.

¿ Cómo yo al leer tu coment Tesa? :)
Ya sé que me dirás que sí pero... voy a tomarte ‘plagiado’ ese Meme tan in-teresa-nte. Muchos besos.

Tesa dijo...

Pues estoy deseando leer las respuestas de tu Meme.
Más besos.

Anónimo dijo...

No se lee, se vé.

Por cierto, los asientos del tugurio eran de escai rojo y pegajoso, y la sangre huía como un río desembocando en la alcantarilla.