lunes, 25 de febrero de 2008

HUÍDA


- No quiero que te vayas.


- No quiero irme – Mentí. En realidad quería salir huyendo más que ninguna otra cosa en este mundo y montarme en mi coche para salir en dirección a ninguna parte. Pero no soportaba sus ojos profundamente tristes, su mirada inmensamente abatida, llena de dolor y angustia. No podía irme con la huella indeleble de esa mirada grabada en mi retina.

Nunca he estado vinculada a nada – quise decirle – excepto tal vez, durante un periodo de tiempo muy breve de mi vida al cordón umbilical que me unía a mi madre. Pero de eso, hace ya mucho. Puede que nunca haya querido a nadie lo suficiente.

Pero en lugar de ello le abrace y deje que todo el peso de su dolor cayera sobre mí, que reposara sobre mi cuerpo toda esa angustia, esa tristeza que me asfixiaba, ese temor suyo que me oprimía como una tenaza de acero, sin dejarme respirar, sin sentirme libre, aturdiendo mis sentidos y anclándome a ese abrazo sintiéndolo cargado, cerrado y tiránico. Y dejé que llorara mientras sus lágrimas empapaban mis hombros, encerrada en libertad.

El deseo es obsoleto – quise explicarle – se desgasta, se diluye en rutinas, en cuerpos que ya no se provocan, en gestos que no se dicen nada. No quiero dejar de sentir como mi piel se abrasa bajo el contacto de unos dedos. No quiero mirarte y no sentir nada.

Pero en vez de eso busque su boca, arañando con rabia sus labios, buscando el deseo escondido en ella y tratando de ahuyentar esa ausencia de los míos. Borrando la mente con la fiereza intempestiva de un deseo inventado. Nos desvestimos en el mismo tiempo que nuestras manos se devoraban y nos encontramos a la par que nuestras lenguas dibujaban la piel del otro. Él me amó lento, yo quería la violencia urgente del deseo. Él tan sólo deseaba hacerme el amor y yo, sólo buscaba una excusa para despedir ese amor.

Se durmió derrotado entre mis piernas, vencido por ese maldito dolor suyo, por todo ese deseo que no conseguía consumar en mí. Me desplace despacio y me aparte de su lado. Me puse unos téjanos y una camiseta raída por la vida. Sin nada más. Alcance las llaves, con aquel pesado eslabón metálico por llavero. Era una sensación agradable notar su peso en mis manos, apretarlas y sentir el contacto del frío acero. Saqué dos paquetes de tabaco del armario y baje a la calle.

Me monté en el coche. Tardé escasos minutos en recorrer la distancia que me separaba del 24 horas y compré una botella de Vodka. El tipo, con la cara arrugada y la mirada huidiza no dejó de mirar mi espalda, o mi culo, mientras volvía con paso firme al coche y tiraba la botella al asiento de al lado.

Me senté, pegue un trago profundo al Vodka, abrasándome la garganta y arrastrando al fondo del estomago la amargura que quería instalarse en mi boca, las lágrimas que pugnaban por salir de mis ojos y toda la frustración que cansada atenazaba mis hombros. Arranque y salí derrapando.

Alcance el desvió a la autopista, y frené en seco, de golpe. Era como despertarse de un mal sueño en medio de la nada y preguntarse ¿Qué coño hago yo aquí? Mi libertad pasaba ante mis ojos, a gran velocidad, un coche tras otro. Todo lo que había sido, todo lo que quería volver a ser, estaba ahí, delante de mí, esperándome. Rodar de nuevo por la carretera, por la vida.

Las luces de los coches se perdían en la profunda oscuridad, se desvanecían justo por dónde yo quería desaparecer, en un horizonte negro y desconocido. Y reaparecían de nuevo en mi retrovisor, rápidas, un breve aviso que decía ‘Tu tiempo esta pasando’ y volvía a huir sin que yo me decidiera a alcanzarlo.

Un bocinazo me sacó del trance. Me metí en la autopista, tome la primera salida, di la vuelta y subí por la carretera de tierra que llevaba al mirador.

Me bajé del coche. El frío de la mañana erizo mi cuerpo y la tela de la camiseta hería mis pezones enhiestos. El aire me quemaba en el rostro y me di cuenta de que estaba llorando. Contemple el primer albor solitario, como poco a poco el sol se cruza con la luna, la luz con las sombras, el tono que de violeta pasa a anaranjado y el silencio que lentamente se enturbia, se enrarece y se transforma en bullicio.

Volví al coche y conduje despacio hacia la casa. Abrí la puerta, me quité los téjanos y los dejé en el suelo. Camine descalza hacia la habitación y me colé de nuevo en la cama.

Sus brazos me buscaron y encontraron el camino hasta mi cintura. No se sorprendió del frío de mi piel, o si lo hizo, no dijo nada. Se apretó contra mí, hundió su cabeza entre mis rizos y luego me beso el cuello, buscando un hueco por donde volver a colarse en mí. Un hueco inexistente.

Hicimos el amor de nuevo.

- Mañana – pensé – Mañana encontraré el coraje.

Y me dormí dejando que su abrazo volviera a ahogar todos mis sueños.

19 comentarios:

Mónica dijo...

Llego aquí por pura casualidad...
Me gusta lo que leo...

Un besito, te visitaré con más tiempo

Anónimo dijo...

Aynss, cuantas situaciones reconoce y revive uno al leerte princesa.

Sí es que eres buena, no hay más, eres cojonudamente buena Dana, no hay que darle más vueltas al asunto, y si aún así las damos, que sean subidos en el carrusel con un helado de pistacho manchándonos la camisa.

Hoy estoy de un buen humor alucinante, no sé a que se debe, pero tengo muchísimas ganas de perder el juicio y la cordura.

Un abrazo con lengua princesa.

PD. Ya os contaré como termina la cosa.

:P

Dana dijo...

Gracias Mónica. Son bonitas las casualidades, una caja de sorpresas.

Por aquí andaremos.

Dana dijo...

¿Soy buena, Xhavi? Mientras no llegue a Santa, no habrá problemas :P

El mío de turrón :) Y después vamos a las camas elásticas.

Se te nota, se te ha desabrochado la camisa y hueles a fresco, a locura, a risas. A niño que estrena y a lobo de mar que zarpa.

Esperaremos el parte… y cuidado con los juicios ;-)

Cualquier día se te enreda la lengua :P

Anónimo dijo...

Siempre me gustó esta historia, lo sabes ¿verdad?

La catarsis que puede producir el tacto de un volante, la carretera ante ti, la conducción sin rumbo, acompañada por un paquete de cigarrillos y la música a todo volumen...

Es un placer leerte.

Anónimo dijo...

A mí, como a la dama de Rivendel, siempre me ha encantado esta historia.

Porque siento pena por él... y por ella.

Porque no sé si deseo que ella se largue o si quiero que echen el polvo de sus vidas y se den cuenta de que nada se habái ido, que sólamente se había dormido.

Porque a veces soy un puto romántico que se disfraza de cínico y otras sólo soy un embaucador que finge ser un tipo sensible.

Porque me emborracho con tus palabras, con tus historias que ya forman parte de mí y casi puedo ver tu rostro mientras te leo.

¿Se me nota mucho muchas cosas jajaja?

sweep blue dijo...

Quien no ha querido salir corriendo y no volver la vista atras, pararse en ese semaforo y dar la vuelta u pensar..mañana lo hare !!
dice el refran :"no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy ", quien invento ese refran vivia en un ayer.

Tesa dijo...

Leí ayer esta historia y vuelvo por aquí.
Me resulta muy real, es muy difícil alejarse sólo por desamor de la gente a la que se ha hecho "propia" .
Podría extenderme más ...y más
pero voy a limitarme a dejarte un beso

Dana dijo...

Es un placer huir por esa carretera. Tanto como todas las veces que tú me acompañas en el viaje. Un beso Gilraen

Dana dijo...

Apenas se vislumbran, querido Senador. ;-)

Porque todos somos un poco él a ratos y un poco ella en ocasiones, queremos huir y no queremos que huyan de nosotros.

Es un estado difícil la libertad

Dana dijo...

¿Quién? Que levante la mano. :)

Elijo ser valiente, sweep blue... y eso, con toda seguridad, significa no huir pero también no renunciar a ser feliz

Dana dijo...

A veces, el desamor, es sólo como la última frontera, el reducto final que parecía inexpugnable y derribamos con palabras, la excusa que blandimos como espada firme, que usamos como escudo cuerdo ante todos aquellos que no quieren entendernos, que no están dispuestos a concedernos lo que es nuestro por derecho, nuestra libertad, nuestra vida.

En realidad, no huimos, sólo avanzamos hacia nosotros mismos, Tesa

Beso, preciosa.

Hache dijo...

Desde un punto de vista pasional, que bello sería cortar antes de que la pasión flojee tan solo un àpice .. y empezar otra historia ... así siempre viviríamos el amor como si fuera el primero. Pero .. sería real??

Es más bello y más difícil (y creo que más valiente también) buscar el equilibrio y conseguir que amor y pasión vayan de la mano, aunque a veces se suelten un poco. Los reencuentros son lo mejor.

Eso sí, nadie nos quitará la duda...

Anónimo dijo...

Mírala ella!Menuda suerte!

Tu el carrusel ya lo llevas a cuestas, bandida!

Bonic tirabuixó, princesa. ;)

Venga, vale, si tu pones el carrusel ya me ocupo yo de ir a por tu helado de turrón.

PD. Morena, o máxime castaña, en mis retratos robots imaginados jamás fuiste rubia, almenos en eso acertaba. :P

Dana dijo...

Hache, desde cualquier punto de vista, uno debería vivir el amor como lo siente, sin nada más. Sin promesas de mañana, incierto o no, y sin contratos que priven empezar todas las veces que nos apetezca.

Hay quien ama para siempre y quien no. El amor es tan eterno como efímero y en los dos casos, ambas partes, deben compartir la fecha de caducidad.

¿Más valiente? ¿Más difícil? No. Es cuestión de perspectivas. De prismas.

También es difícil sentir que te asfixias, saber que has perdido la felicidad y que has atravesado ese punto sin retorno... y ser valiente de afrontarlo, de mirar a la cara y de empezar de cero, sabiendo que pierdes tanto como ganas.

Las dudas, al buzón de sugerencias :)

Tu dulzura es tan bonita como tú.

Dana dijo...

Suerte la mía :) Xhavi

Si, me monto con cada tío más vivo... Ups, que no hablábamos de eso. ;-)

Gracies, picaplets :P

jajja... me debes un retrato de esos, seguro que tienes enchufe para conseguir uno.

Hache dijo...

Ay Dana, como te entiendo. Sí, el amor hay que vivirlo, pero como parte de nuestra identidad, sin ataduras, libremente. Sólo así sabrás si es amor.

Totalmente de acuerdo. No concibo el amor de otra manera que no sea libre. Si a uno se le rompe, el otro no puede retener, claro que no.

Dana dijo...

¿Ves Hache? Ha sido fácil ponerse de acuerdo. Es lo que tiene el amor, sigue siendo universal por más interpretaciones individuales que queramos aplicarle.

Hay que ser siempre libre en la vida, para elegir. Así, es más fácil amar, más certero, más real.

ambrette dijo...

Cuantas veces he huido y cuantas veces lo he encontrado de nuevo. Incontables, ciértamente.
Cuantas veces he pisado el acelerador mientras las lágrimas resbalaban por mis mejillas , mientras él sabía que quería escapar muerto de preocupación y angustia.
Quizás para mi el amor no es algo lineal, quizás depende de mis necesidades volubles que surgen al compás del paso de la vida o de los cambios y la evolución de mi persona.
Sin embargo, esos desencuentros siempre han dado lugar a nuevas aventuras y nuevos descubrimientos que han perpetuado una historia llena de altibajos pero no exenta de pasión.