viernes, 17 de octubre de 2008

RETAHÍLA DE AMANTES III









RICARDO CORAZÓN DE TACÓN

Ricardo, entre sus múltiples cualidades (de las cuales cabe destacar el tamaño de su miembro) era además un coleccionador nato, como trofeos de deportes (los que practicaba con ahínco) o fetiches eróticos (que también se esforzaba en practicar, con vehemencia y regularidad)

Evidentemente la razón por la que empecé a salir con él es bastante clara, sus enormes y abundantes atributos... la razón por la que terminamos es porque o abandonamos nuestras practicas sexuales o yo me sumía en la más profunda ruina económica.

Fan de los tacones vertiginosos y los zapatos de escándalo, su fanatismo llegaba al punto de que, jamás, bajo ninguna circunstancia, podía desprenderme de los zapatos.

Ricardo y yo, en la cama, sucumbíamos al apetito voraz de nuestros cuerpos, me excitaba verlo pasear desnudo por la habitación, con su virilidad enorme danzando al aire cual péndulo de mis horas, un báculo increíble que mecía con gracia y desparpajo... a cambio su única exigencia para satisfacer mis más secretos deseos era que permaneciese con los zapatos puestos... como en aquella famosa película “Murieron con las botas puestas”, mi fin estaba predestinado igual que el de sus protagonistas.

Eso, a la larga, limita mucho tus posibilidades de movilidad, tu variedad de posturas, el juego de los movimientos. Por supuesto, extendida en el lecho apenas resultaban molestos... pero si quería rodearle con mis piernas, para sentir la presión de su verga imponente en el fondo de mis entrañas...

- ¡Joder cariño! Que me clavas el tacón en los riñones.
Tampoco resultaba fácil montarle, cuando los dichosos tacones no se enganchaban en las sabanas y se enredaban en mis tobillos, le arañaban las piernas con las consecuentes quejas por su parte.
- Ricardo cariño, me quito los zapatos y listos.
- No, no, no... eso no por favor... – y si alguna vez, atrevida e insolente, se me había ocurrido desobedecer esa petición, su hermoso aparato descendía aparatosamente hasta convertirse en el apéndice más minúsculo que jamás había visto.

Lo peor de Ricardo no eran las posturas imposibles, a las que tarde o temprano una acaba acostumbrándose. Tampoco el hecho de que, en ciertos momentos, una tuviera que estar controlando donde ponía o dejaba de poner una pierna (que en el sexo, eso de usar la cabeza, le quita mucho encanto, os lo digo yo) Lo peor de todo era que, cada vez que Ricardo y yo hacíamos el amor, él tenía que llevarse a casa los zapatos que llevara puestos en aquella ocasión.

Y espero que me entendáis porque, una esta dispuesta a hacer muchos esfuerzos por una relación sexual satisfactoria, por hacer feliz al hombre que vagabundea entre sus piernas... pero a llegar a arruinarse por tener que comprarse unos zapatos nuevos cada vez que pega un polvo, por muy bueno que este sea... ¡A esos extremos ni loca!.

11 comentarios:

Anónimo dijo...

Nunca fui fetichista, jamás. Persigo siempre la desnudez más absoluta.

Mi único fetichismo sería observar la habitación hecha unos zorros, una vez sudado y derrotado, aunque purificado y victorioso, mientras enciendo el cigarrillo aún en cama, disfrutando de reojo las devastadoras consecuencias de la acción, esparcidas sin piedad a lo largo y ancho del campo de batalla.

Si apenas veo suelo, sonrío.

Anónimo dijo...

Supongo mi fetichismo es el desorden, sin duda mucho más barato. ;)

Dana dijo...

¿Tu fetichismo no serán esas desvastadoras consecuencias, que imagino en desnudez absoluta, sudada y derrotada, con piel brillante y sonrisa de mujer?

Creo, que se aproxima más a lo que te leo. ;)

Besos.

Dana dijo...

Yo le habría sonreído al suelo de cerca :p

Astrágalo dijo...

Esto...... Por lo menos te saludaré, por que al leerte me he quedado casi sin palabras, yo no soy fetichista, no tengo ninguna manía, soy mas natural, tiene sus ventajas, no arruino con la compra de calzado.
Una cosa curiosa y que solo te contaré a ti, o sea que tienes la exclusiva, es que, la primera vez que hago el amor con una chica, quieren observar bien mi... eso, ya que desde que nací, mi adorado padre me circundó, que me dejo sin esa piel que recubre el grande y sin frenillo, y como no es habitual, pues les causa asombro. Imagina te....es como si tuvieras antes del acto sexual, explicar como si fuera un cuadro toda la historia.

Un besito astragalin.

Dana dijo...

Pues para quedarte sin palabras :) … tiembla.
Pues mira, confesión por confesión. Mi caso es al revés, mi exmarido estaba “circuncindado” y fue la primera que vi. Así que las que observe con detenimiento y curiosidad fueron las que vinieron después.

Senador Palpatine dijo...

Vale, siento ser la nota discordante y anormal en este vergel lleno de no fetichistas.

Yo sí lo soy. De docenas de cosas.

Cosas que por cierto no diré.

Pero que en la mayoría de los casos me parecen más interesantes que el propio polvo en sí.

Anónimo dijo...

Dana,

¿Qué me lees tú princesa?

Un día deberíamos jugar al retrato robot, seguro resultaría la mar de divertido.

Petons guapa, més que guapa.


Astrágalo,

Te hablo de tú, creo que a pesar de no haber cruzado palabra ya superamos la frontera del protocolo, pero que quede claro, yo la mía no te la pienso enseñar, ea. ;)


Palpatine,

Uno, sólo uno, el más confesable.

¿Qué puede resultar más interesante que el polvo en sí mismo? ¿No estaremos hablando de un mal polvo?

No te imagino follando y contando las flores de las cortinas al mismo tiempo. Me niego.

¿Cuero? ¿piercings en zonas nobles? Dame uno venga. ;)

Dana dijo...

Tú eres la nota, mi querido Senador pero para nada discordante. Tienes ritmo y melodía, no te quepa duda.

En tu caso, el fetiche es el sexo. En redondo y en mayúsculas, sin tapujos, ni distinciones.

Es lo que tiene ser tan enormemente lúdico y tremendamente sexual. Y luego, la casquivana, soy yo…

¿Tú y yo no hemos jugado ya a eso Xhavi? Además, juegas con ventaja, es fácil verme.

Yo creo que leo lo que escribes, ojazos. Prueba a leerte de nuevo.

(Yo podría darte pistas sobre los fetiches del Palpatine ;-) )

Senador Palpatine dijo...

Xhavi, son muy normalitos (la mayoría) de andar por casa.

Latex, cuero, pies, zapatos, botas negras de tacones imposibles y piercings en la lengua.

El resto (algunos quedan) me los reservo (que no es lugar).

ambrette dijo...

En este caso y con lo comodona que soy creo que sería la utilidad más práctica que le encontraría a mi colección de impolutos y afilados tacones.
Ahora eso si de cederlos después nada de nada que para eso fueron todos y cada uno de ellos un capricho inconsciente imposible de remediar.