jueves, 7 de febrero de 2008

DESDE LA AÑORANZA






Desde la añoranza, que es bien lejos, te escribo para decirte que tú ya no estas y que yo ya no te echo de menos.

Es cierto mi niña, aún algunas veces me asalta tu recuerdo no carente de nostalgia, desprovisto de viejos duelos... pero no, ya no te echo de menos.

En las madrugadas me visto de silencios, me pueblo de ecos vacíos que anulen las ausencias, desdibujo en el horizonte las curvas de tu cuerpo y pinto tu mirada en el blanco albino de la luna.
Pero no lo hago por despecho, no te extraño ni te echo de menos.


Cuando el sol inunda el día, cuando el alba ya ha despuntado por los rincones de la casa, desgrano risas que retumban entre las paredes blancas, cascabeles que tañen al ritmo cantarin de tu rima asonante.

Persigo tu voz disfrazada de un añejo trinar y vago por los pasillos danzando el sonido que tus palabras dejan arrastrar al viento. Me mezo, pero no es tristeza, ya no me pesa ese silencio.

No, mi niña, si al fresco mediodía me sorprendes a la sombra, el cuerpo vencido bajo la palmera de la entrada, no estoy abandonado a tu contemplación etérea, no estoy soñando con el vaivén de tus caderas y el cadencioso deslizar de tus pies sobre el suelo de terrazo. No, mi niña, apenas descanso... pero ya no te echo de menos.

En las tardes cálidas, cuando el sol va tras el horizonte persiguiendo algún sueño de estelas, vagabundeo por el páramo rascando hierbajos y persiguiendo flores... no, allí ya no te encuentro. La tierra ya no es fresca, las madreselvas no se aposentan por la árida arena y las violetas y los lirios no pasean frente al arroyo. Pero no persigo tu recuerdo.

La noche quiere traerme en duermevela la imagen de tus pezones de chocolate apretados contra mi cuerpo. La luna pretende arrastrarme contra tus muslos de leche para que yo me pierda. Conspiran las estrellas para despertar mi hambruna de tu cuerpo pleno de mujer entera. No, mi niña, olvidé que en tu seno cobijabas todas mis ansias, mi sed y mi anhelo. Perdí el combate y esbocé el deseo en sabanas vacías.

Desde la distancia, que me concede la nostalgia de tu ausencia, el vacío de tu olvido, la derrota de haberte perdido, te digo mujer... Tú ya no estas y yo ya no te echo de menos.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Es triste. Es Neruda. Es tuyo. Es hermoso.

Dana dijo...

También es tuyo. :)

ambrette dijo...

Tristeza, dolor, también la añoranza puede ser compulsiva.Y a veces el tiempo no consigue ejercer de bálsamo, solo el olvido es capaz de aplacar el sentimiento.

Angelus dijo...

gracias por esas palabras tuyas en este profundo y sentido texto por que han tocado las fibras de mis mas acallados anhelos, porque me hacen sentir por encima de los ruidos el silencio de sentirse lejos.

buenas lunas para ti y tu arte.