Necesito que me duela el cuerpo... Qué me duela tanto qué borre cualquier rastro de otro dolor.
Creo que por eso mi piel y mi cuerpo están reaccionando... Pero no es suficiente.
Necesito un dolor físico que me arrastre y me supere, que me haga olvidar heridas y pueda centrarme en lo realmente importante, un dolor que me haga mirarme y, a pesar de darme asco, reconocerme a mí misma, encontrar esas llagas como un rastro suave por el que caminar juntas y encontrar las cicatrices curadas diferentes de las nuevas heridas, aprender que necesita sanar y qué es, simplemente, una marca de victorias.
Pero sobre todo, necesito qué duela, ese dolor físico que sé, podré soportar y que consiga hacerme olvidar el otro dolor, el del alma, al que no le sirven tiritas... Porque estoy a ese borde, del precipicio, valorando qué duele más.
Dolor, porfavor, sin anestesia.