martes, 8 de febrero de 2011

OJITOS

Me está haciendo ojitos. Vaya, si lo sabré yo. Es que hay cosas que una mujer sabe, percibe, intuye… y nunca se equivoca, oye. Es que las mujeres para eso tenemos una intuición especial, una sabiduría interior.

Míralo, pero menudo descaro… tendrá morro. Pero si sabe que estoy casada. Anda que, ya le vale al tío. Hay cada uno con más cara que espalda. No lo entiendo, como pueden ser tan cerdos. Pero si me lo está dejando todo bien clarito con esas miraditas.

Pero es que no se corta ni un pelo, el hombretón. Y no será porque no está repleto el bar a estas horas. Claro, bajamos todos los de la oficina y coincidimos con el segundo turno de la fábrica de enfrente. Mira que son años viniendo al mismo bar, que nos conocemos todos, que nos hemos enseñado las fotos de los churumbeles y las vacaciones en la playa… Pues el tío como si nada, como si oyera llover, igual, me mira y no se corta ni un pelo.

Ahora, que el tío está cañón, las cosas como son. Es la comidilla de la oficina. Cada vez que vamos al baño nos ponemos como burras diciendo guarradas del pompis del yogurin de recursos y lo bien que debe manejarlo con empujoncitos incansables, del gustazo que debe ser estrujarlo así, fuerte y con ganas, sin que se te quede desinflado entre las manos. Y los abdominales… mmm… que no los hemos visto, pero que nos los imaginamos igualicos que las tabletas de chocolate, cuadrados, perfectamente simétricos, duros y deliciosos… Hay que reconocerlo, esta de vicio.

Un día, la Pili, nos contó que se lo había cruzado en una discoteca y que una amiga suya se le lanzó al cuello… claro, que para no lanzarse, yo también lo hubiera hecho. Si estuviera soltera claro, que yo a mi Juan Luis le respeto y le quiero muchísimo. Y parece ser que, con mucho tacto y educación, el tío la rechazo.

Y claro, salto la liebre. Que si el tipo era gay, que si no, que lo que pasa es que era muy sensible. Que sí, que mira cómo se cuida, esto del gimnasio y las cremitas es cosa de homosexuales. Que no mujer, quita, no seas anticuada que ahora los heteros también hacen esas cosas…. que sí, que no…

La verdad es que estamos todas loquitas por sus huesos, y por lo que no son sus huesos y es más bien carne en barra.

Que sofocó me está entrando.

¿Me está mirando el culo?

Esto está pasando de castaño oscuro. No puede ser… vamos, hasta ahí podríamos llegar. No se lo voy a tolerar. Jesús, jesús, jesús… Ay mi Juan Luis, que sí, que me está mirando el culo. Coño!! ¿Y ahora yo que hago?

Madre mía, si es que tengo un hervidero en el vientre que pa qué. Un cosquilleo, un sube y baja, una calentura que asciende y desciende… una cosa que no sé, que no sé qué me pasa. Juraría que hasta me hecho pis encima de pura vergüenza.

Y dale, que no para. A este yo le bajo los humos como que me llamo Pepita. Vamos, que se creerá el niñato que a mí me impresiona con sus tejanitos desgastados de marca que le caen como anillo al dedo, y que se deslizan por sus piernas como un guante y que… que sí, que le quedan de vicio, pero que no me amilana, hombre, que tengo yo unos cuantos años y redaños.

¡No me lo puedo creer! Y ahora me hace señas. No puede ser, esto es el colmo, el acabose, el sumun de las desvergüenzas… pues no me está pidiendo que vaya con la mirada.

Y menuda mirada, que tiene unos ojos verdes llenos de chispitas de colores, que te sonríen cada vez que te mira, porque el chaval, mirar, lo que se dice mirar, vaya si mira. Y con unos ojos, de puro gozo y alegría. Que una se los quiere quedar de vestido, siempre puestos encima. Bueno, todo él encima.

Pero ahora mismo me levanto y voy, y le digo que ya está bien, que qué se ha creído, que a ver a qué está jugando. Tanto mirar y mirar, con ese descaro, y encima invitarme.

Que si me levanto, vaya que si me levanto.

A ver Pepita, sujétate las hormonas esas, agárrate el corsé y pa’lante. Acércate a su mesa. Cuatro pasos, tres pasos, dos pasos y ya llego…

- Perdona, Pepita… es que se te ha quedado la falda dentro de las braguitas y no sabía cómo decírtelo.